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Hermione:

¿Así que vas a predecir el futuro? ¿Qué ves?

¿La décima muerte de Harry tal vez?

Hermione estaba fastidiada. Aunque intentaba concentrarse en su lectura solo podía pensar en que Harry y Ron estaban llegando tarde. Hace quince minutos ya que los esperaba. ¿Dónde estaban? Se removió, exasperada, y sujetó con más fuerza su libro. ¿Por qué la gente se comprometía a hacer cosas que después no cumplían? ¡Si no iban a llegar puntuales, para qué pactar una hora!

Esperó otros quince minutos más y viendo que sus amigos seguían sin aparecer, se levantó de un salto. Con prisa se adentró en el castillo para ir a buscarlos personalmente. "Más les vale estar todavía en clases de Adivinación", pensó Hermione, "los mataré como los atrape perdiendo el tiempo por los pasillos". Subió las escaleras rápido, de a dos escalones, hasta que a mitad de trayecto bajó la velocidad. Mantener ese ritmo era agotador. Ya más lento (e intentando calmar su respiración) siguió hasta llegar a su destino: Esa particular trampilla ubicada en el séptimo piso de una de las torres del castillo. Parecía llevar a un ático, pero era nada más ni nada menos que el salón de adivinaciones.

Se asomó un poco por la trampilla y pudo ver en uno de los asientos del frente del salón a Harry y Ron, escribiendo algo en unos pergaminos y mirando una bola de cristal con irritación. También estaba Parvati Patil hablando con la profesora Sybill Trelawney cerca de ellos. Hermione dio unos pasos hacia atrás. No estaba segura de si la clase había finalizado así que no podía meterse allí (ni quería, por algo había abandonado esa asignatura y prefirió centrarse en Aritmancia y Runas Antiguas).

—Hermione, qué sorpresa verte aquí.

Dio un respingo. Tras ella estaba Lavender Brown.

—¿Buscabas a Ron y Harry?

Hermione asintió y se explicó:

—Había quedado con ellos... Pero parece que todavía siguen estudiando y por eso no aparecían.

—La profesora los retó en la clase de hoy. Ellos inventaron un montón de predicciones absurdas. Es una lástima que no se le de bien esta materia a Ron, él es un gran mago y un gran jugador de quidditch... Me ofrecí a ayudarlo con esta asignatura. Espero que acepte.

—Sería genial que lo ayudes —murmuró incómoda—. Bueno, como están ocupados creo que...

—¿Querías entrar, no? Pasa con confianza, creo que todos sabemos que Trelawney no es estricta como McGonagall.

Los ojos de Hermione se abrieron con horror y movió sus manos de un lado al otro para decir que no. Pero Lavander no notó su reacción porque no le prestaba atención a ella, sino a Ron, que desde donde estaba parada lo podía divisar sin problemas. Apoyó la mano en el hombro de Hermione y la arrastró dentro del salón.

—Oh... Señorita Granger —la saludó con desgana la profesora Trelayney.

La nula emoción al verse era mutua. Hermione tampoco le tenía mucho aprecio a esa profesora. Todavía guardaba cierto resentimiento hacia ella por el día en que le dijo que carecía de los requisitos de una vidente. ¡Vaya tontería! La adivinación es incierta y la mayoría de los magos la consideran una farsa. ¿Qué clase de requisitos se necesitan para inventar predicciones del futuro? ¿Demasiada imaginación?

Harry y Ron levantaron las cabezas entonces, parecían sorprendidos de ver a su mejor amiga en ese lugar.

—Nos dieron tarea extra —se quejó Harry—. Aun así, ¿qué haces aquí? No nos falta mucho más, iremos pronto al patio.

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora