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Hermione:

¿No se supone que en Slytherin

harás a tus verdaderos amigos?

—¡Hija, ya está listo tu té! —gritó una voz femenina que no logró llamar la atención de su objetivo, su hija, Hermione Granger.

La joven tenía su nariz enterrada en un libro gigante, el cual debía apoyar sobre su escritorio para poder leerlo de tan pesado que era. Ella estaba tan sumida en su lectura que el grito de su madre pasó desapercibido para sus orejas, como si el sonido se tratara de una hoja de un árbol en otoño al caer al suelo. Pasó página tras página, a veces mojando su dedo con un poco de saliva antes de dar vuelta el papel; totalmente concentrada. 

—Hermione —llamó la señora Granger, seguido de unos golpes a la puerta. Ésta se encontraba abierta, pero la tocaba como un gesto de advertencia, del tipo: no quiero irrumpir tu espacio personal así que soy educada golpeando la puerta antes de entrar, aunque no haya barrera física que no me permita ingresar en tu habitación. 

Pero su hija volvió a ignorarla, así que ingresó de todos modos, apoyando una taza de té humeante sobre el escritorio. Con su mano libre sujetó el hombro de Hermione, sobresaltándola, por lo que se enderezó en la silla. 

—Tu té —dijo nuevamente, con dulzura impregnada en su voz. Una madre no podría enojarse de que su hija estuviera tan concentrada estudiando. 

—Gracias mamá —respondió. 

La señora Granger se dirigió a la puerta sabiendo que Hermione no diría más que eso, pero paró a mitad de camino.

—No te duermas tarde, mañana es el primer día de clases. 

—Después del té iré a dormir— afirmó, aunque eso no dejó tranquila a la señora Granger, ya que de nuevo sus ojos estaban tan centrados en el papel que podría haber quemado las palabras a medida que las leía. No parecía que fuera a tener sueño pronto.

Las sospechas de una madre suelen ser correctas: Hermione dejó enfriar el té sin tomar siquiera una gota y recién cuando cerró el libro se dio cuenta de su gran error. Ya eran las 5 de la mañana. En unas horas iría a la estación de trenes de King's Cross para iniciar su quinto año en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, pero ella parecía un Dementor en lugar de una alumna gracias a las grandes ojeras bajo sus ojos y su poca energía al andar. 

. . .

En la mañana siguiente, durante el desayuno, su madre le preguntó varias veces si se había desvelado. Ella lo negó una y otra vez. Su padre reía y la defendía.

—Ella no es una niña querida, deja de regañarla.

El señor Granger le sonrió a su hija, ella le devolvió el gesto con complicidad. Se carcajearon cuando escucharon a la mujer mayor refunfuñar "¡Son dos niños!". 

Más tarde su padre la llevó a la estación de trenes. Él era un hombre bastante escuálido así que llevar las maletas llenas de libros de su hija no era un trabajo del todo fácil. Fue un alivio para su columna vertebral subir todo el peso a los carritos de equipaje de King's Cross. 

—¡Hermione, aquí! —saludó Ron Weasley a lo lejos. Él era uno de los mejores amigos de Hermione. Se encontraba en la entrada de los andenes. Luego agregó—: Hola, señor Granger. 

El padre de Hermione conversó un poco con ambos jóvenes y después se despidió de ellos. Les pidió también que saludaran a Harry, otro de los mejores amigos de Hermione, de su parte. Ambos chicos le respondieron de forma afirmativa y Hermione le dio un abrazo antes de que se fuera. Al poco tiempo se reunieron con Harry, que estaba con Molly Weasley, la madre de Ron, y el resto de los hermanos Weasley: Ginny, Fred y George. Luego de unos saludos y deseos de un buen año, todos los adolescentes entraron a la plataforma 9 ¾.

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora