CAPÍTULO 33

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Faltas de ortografía avísenme porfis!





No entendía como es que mi celo se adelantó, y justo ahorta.
Bueno, en realidad si sé. Mi papá me ha contado varias veces acerca de los celos sincronizados de las parejas destinadas, yo al principio no le creía e incluso me reí, pero ahorita lo estoy viviendo y no sé qué demonios hacer.

Tenía a un Omega, y evidentemente no cualquier Omega, a mi lado, retorciendose y jadeando.

El aroma de Joaquín inundaba totalmente el auto, yo respiraba rápido, apretando ambas manos al volante haciendo que mis nudillos se volvieran blancos por la fuerza que estaba aplicando.

- Alfa...

Ahí estaba otra vez. Esa voz que sonaba tan suplicante y dulce a la vez.

Mi autocontrol pendía de un hilo en estos momentos.

Yo no era tonto, sabía bien lo que Joaquín estaba haciendo. Podía verlo por el rabillo de su ojo.

El camino a casa se esgaba haciendo demasiado eterno y sabía que un poco más y acabaría tomando a su Omega en el auto.

Pero no. Aún así, sabía que no podía hacerlo. Y mucho menos en un auto.

- Alfa, por favor...

Contengo un gruñido en mi garganta, saco mi celular del bolsillo de pantalón y rápidamente marco el numero de mi papá quien es el único que podría ayudarme y decirme que hacer.

Mi papá contesta después de lo que me parecieron unos largos minutos.

- Hola hijo ¿que pasa? -él pregunta alegre.

- Papá... eh... bueno... estoy-estoy metido en un problema...

- ¿Problema? ¿Que pasa? ¿Que tienes? ¿Que te paso? ¿Donde estas? Voy a ir por ti.

Mi papá se oía muy preocupado. Lo conozco bien. - Papá, yo-voy para la casa es que... Joaquín, es Joaquín papá, entró en celo...

Mi boca estaba seca, es como no hubiera tomado agua en meses, mi respiración todavía estaba agitada y el aroma de Joaquín en todo el auto no ayudaba en nada. Mi autocontrol estaba a punto de irse a la mierda y cuando eso pase no dudaría en tomar a Joaquín en el auto.

Pero yo quería hacer las cosas bien con él. Y definitivamente en "hacer las cosas bien" no venía en tomar a Joaquín ahí. En el auto. No, claro que no. Ese momento tenía que ser especial.

- Emilio, hijo, ¿que estas diciendo?

Suspiro. - Si papá, y yo también. Yo también entre en celo, por favor no sé que hacer. No sé si de verdad ir a la casa o a otro lugar. Estoy tratando de mantener el control pero... pero no sé si lograré hacerlo.

- Bien, Emilo. Lleva en este momento a Joaquín a la casa, primero tienes que ir a la farmacia a comprar supresores para él. Después yo iré por ti y te dejaré en la cabaña en el bosque. ¿Entiendes? ¿Puedes hacer eso?

- Puedo, si. Gracias papá. Te veré en la casa.

Aviento el celular en la parte de atrás y doy por comenzar a buscar alguna farmacia cercana.
Cuando la encuentro, rápido me estaciono importandome muy poco si lo hice bien o mal.

Joaquín me miraba suplicante, sus ojos dilatados, moviéndose inquieto en su asiento y apretando sus manos en puños.

- Vengo en un momento. -aviso. Bajo del auto, cerrando con seguro las puertas para que así Joaquín no pueda salir también revisé que las estuvieran cerradas.
Cuando todo estuvo en orden, corrí hasta la farmacia. Todas las miradas de las personas se posaron en mi, algunos omegas e incluso betas me miraba deseosos.

Ignore aquellas miradas y me dirigí a una señorita que estaba atendiendo, que identifique como Omega. - Hola. Necesito supresores para Omega, que sean inyectables, por favor.

Dado en la situación en la que estoy, seria mucho mas fácil conseguir y darle los supresores inyectables a Joaquín que en pastillas. Puedo hacerlo de manera inesperada.

Hago una mueca cuando la omega me sonríe, enredando uno mechón de cabello en sus dedos y mirándome raro.

- Claro, guapo. No tardo. -quise reírme por la manera tan exagerada de mover exageradamente sus carders en un intento inútil de provocarme. Pero no sentí absolutamente nada.

- Es urgente. Apurese por favor. -apresuré. Ella vuelve con la caja de supresores en la mano.

Saco mi cartera y unos billetes, ni siquiera me moleste en preguntar cuanto era, solo tome la caja. Ella estaba escribiendo algo en el ticket y cuando me lo dio, me di cuenta de que la chica había escrito su numero de teléfono en el papel. La mire con el celo fruncido y negué con la cabeza, rápido me fui de ahí no sin antes tirar el ticker en la basura.

Corrí hasta el el auto y me subí, cuando entre definitivamente no me esperaba para nada lo que mis ojos estaban viendo en estos momentos: Era Joaquín, masturbandose furiosamente y con sus cinco dedos moviéndose dentro de él. Se arqueaba en el asiento y sus labios estaba rojos de seguro porque se los mordía muy fuerte.

Trago saliva fuerte y desvío la mirada.

Siento la mano de Joaquín en mi brazo, volteo y su rostro estaba muy cerca del mío. Tenía sus mejillas rosadas y sus pupilas muy dilatadas que pedían a gritos "follame".

- Alfa por favor... te-te necesito... -ronroea, acercándose mas a mi cara.

- No. Joaquín. No eres tu. No estás en tus cinco sentidos. Tenemos que ir a casa.

Él niega y sonríe, el siguiente movimiento sucedió muy rápido y es que en un abrir y cerrar de ojos, Joaquín estaba en mi regazo, con sus piernas a cada lado de las mías.
Con sus manos toca mi cara y jala mi cabello. Lanzó un gruñido bajito, eso se sintió bien. Joaquín sonríe

No puedo tocarlo. No puedo tocarlo. No puedo tocarlo.

- Vamos Alfa, tocame, quiero que me toques. Tómame... -susurrando. Se acerca mas y más, hasta que sus labios están rozando los míos.

Cierro mis ojos. - Lo siento, Joaco. No puedo... -antes de que él pudiera besarme por completo, le inyecto la aguja en donde contenía el líquido del supresor.

Joaquín grita en sorpresa antes de caer dormido en mis brazos. Suspiro y lo regreso a su lugar, le subo los pantalones y le pongo el cinturón de seguridad.

Mierda. Eso estuvo muy muy cerca...

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