A la mañana siguiente nos levantamos temprano. Yo aún no seguía convencido de ir a viajar y estar tan lejos de mi familia.
Pero ya le había dicho que sí a Emilio ahora no podía negarme.Mi mamá se veía feliz por mi.
— Mamá, no sé... hay algo que no se siente bien. No estoy seguro de ir... —susurre lo último para que Emilo no me escuche, pero este estaba muy ocupado dando indicaciones y llevando las maletas al auto.
— Hijo, no te preocupes. Vamos a estar bien. Esta casa está repleta de personas cuidando y están armados. Te juro que no nos va a pasar nada. Y tus hermanos también van a estar bien.
Ella me acaricia el cabello y me sonríe calidamente. — Es solo que hemos estado alejados mucho tiempo. Yo aun necesito estar con ustedes. No me quiero separar. Con esta situación de mi... de ese señor buscándolos simplemente no me siento seguro.
— Hermanito, mamá tiene razón. Vamos a estar bien. Esta casa es grande ¡y tiene una piscina! Nos vamos a divertir mucho. No saldremos. Vamos a hablar con ustedes todos los días hasta que regresen.
Mi hermano era muy tierno y no pude evitar abrazarlo fuertemente. — Solo serán tres días.
— Disfruta esos tres días, Joaco. Emilo es un gran alfa, antes tenía miedo de que te hiciera daño, pero después de verlos juntos me di cuenta de que él jamás he pondría una mano encima. Te ama demasiado y se ve en sus ojos, en cómo te mira, en cómo te trata y en cómo te cuida.
Mis mejillas se pintan de rojo y bajo la mirada. — Es un gran hombre, mamá... Él y su papá me acogieron tan bien. Les dejo mucho. Me ayudaron cuando más lo necesitaba.
— Siempre creí que las personas millonarias eran presumidas y envidiosas, pero ya veo que no es así.
— Si las hay, solo que yo tuve la suerte de caer en esta familia que es diferente.
Mi mamá asiente de acuerdo y fue interrumpida por el grito de Emilo llamándome.
— ¡Omega, ya está todo listo, hay que irnos!Pase saliva y mire a mis hermanos menores y a mi mamá. — Bien. Llámenme si hay algo mal, por favor, les prometo que si hay algo mal vendremos de inmediato. Tienen mi numero. Los tres.
— Ve y diviértete mi niño, lo mereces. No te preocupes por nosotros.
Suspiré y nos unimos todos en un abrazo fuerte. — No digas eso mami, yo siempre me preocupare por ustedes. Son mi familia...
Pasos se escucharon y Emilio apareció en mi campo de visión vistiendo pantalones cortos y una camisa delgada colorida y con flores. — ¿Omega? Ya hay que irnos.
— Si, alfa, ya voy. Solo me estaba despidiendo.
Bese la frente de los tres y me uni a Emilio tomando su brazo.
— Cuida a mi hijo, alfa. —le dió a Emilio una chistosa mirada amenazante y mis hermanos un gruñido, pero más que gruñidos, fue más como un mullido de un gatito. O más bien dos gatitos.
Me reí bajito. — Mamá por favor.
— No se preocupen, les prometo que cuidare a Joaquín mas que a mi mismo. —paso un brazo por mi cintura.
Y así después de despedirnos, nos fuimos.
Yo todavía un hueco en el pecho.
Vi por la computadora como salían de aquella casa. Dejando a esa señora y a esos niños solos.
— Es hora.
Esto podría ser muy divertido.
