CAPÍTULO 16

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La cena se me estaba haciendo eterna.
No llevábamos tanto tiempo sentados comiendo y yo ya quería irme a mi nueva habitación y descansar.

Sentía la mirada de Emilio, me intimidada y me ponía muy nervioso, no sabía por dónde mirar, no podía mirarlo porque mi cuerpo comenzaba a temblar y mi Omega a chillar.

Pero no puedo irme, no hasta que todos terminaran de comer.

— Yo estaré mañana muy ocupado y no regresaré hasta muy noche. —comenzó Izan. — Así que estuve pensando en que ustedes podrían salir. —abrí mis ojos grandes, ¿salir con Emilio? Ay, diosito. — Joaquín, sé que no traes más ropa, podrían ir a un centro comercial y puedes comprar lo que tu quieras. —me ofrece amable.

— No, yo... Yo no podría aceptarlo... —no quería que ellos pensaran que soy un aprovechado. — Prefiero comprar mis cosas con mi propio dinero.

— Oh, vamos. No pasa nada. Por favor, salgan a comprar.

Así yo no podía negarme así que terminé aceptando. — Está bien... Pero solo compraré pocas cosas, no quiero abusar... —jugué con mis manos.

— Ay, nada de eso. Compra lo que se te antoje. —Izan se levantó de la silla y sonrió. — Es más, mandaré a cerra la plaza en la solemos comprar Emilio y yo. Podrás visitar las tiendas que quieras. —asiente. — Si, eso es lo que haré. Bueno, iré a hacer unas llamadas y después dormiré, estoy un poco agitado. —mira su reloj en su muñeca y después su mirada se posa en mi. — Isaac te llevara a tu habitación. Instalate y deberías de dormir un poco, tienes ojeras. —analiza mi cara. — ¡Buenas noches! —y poco después sale de la cocina.

Y me deja totalmente solo con Emilio. Aquel Alfa que no me quitaba la mirada de encima. Pase saliva y también me levante, vi que Emilio copio mi acción. — Recogeré los platos y los lavare. —tomé mi plato y mi vaso y los lleve al fregadero.

Sentí la presencia de Emilio detrás mío. — Deja eso... —me toma por por hombros y me voltea haciendo que lo vea a los ojos, tenía unos ojos muy lindos e hipnotizantes. — Ven conmigo, te llevaré a tu habitación.

— Pero-pero tengo que...

Él me interrumpe. — Ven conmigo. —repite y baja sus manos hasta las mías y me jala comenzando a caminar fuera de la cocina y llegando a las escaleras.

— Tu padre dijo que Isa-...

Otra vez vuelve a interrumpirme. — Isaac ven aquí. —lo llama. — Yo llevaré personalmente a Joaquín hasta su habitación, puedes retirarte.

Aquel beta deja salir un "Si, señor" y se va. Ahora si, estamos solos.

Emilio mantiene una sonrisita en su cara. — ¿Vamos, ya?

Baje mi mirada al suelo y asiento levemente.
Comenzamos a caminar hasta llegar a un pasillo algo largo y en donde habían puertas que eran las habitaciones, eras muchas. No pensé que una casa podría tener tantas habitaciones, pero bueno, estoy en una mansión, es algo (muy) lógico.
Llegamos a una puerta de madera y de color blanco, muy bonita.

— Es aquí en donde dormirás. —y la abre. Por dios, la habitación es muy grande, había una cama que a simple vista parecía muy cómoda, tenía muchas almohadas y sábanas tendidas muy bien. Había otra puerta en donde supuse que es el baño. ¿El baño será igual de grande que toda esta casa?.

— ¿En serio aquí es donde dormiré? —dije anonadado.

— Claro. ¿O prefieres alguna otra? Puedes escoger. — lo siento muy cerca mío, me puse nervioso otra vez. Por dios, con su simple presencia me pongo bastante nervioso, ¿por que me pasa? Es molesto, solo un poco.

— No, no. Claro que no. Esta está perfecta... —camino dentro de la habitación y miro a Emilio, quien de nuevo estaba mirándome.

¿Por qué me miras tanto? —me pregunté a mi mismo.

— Bueno, yo me voy. —me entrega mis cosas, que solamente era mi mochila. — Mi habitación está justo a lado. Puedes tocarme por si necesitas algo. —sonríe, por dios, que sonrisa. — Buenas noches, Joaquín. Mañana será un día largo... —cierra la puerta lentamente.

Dejo salir todo el aire contenido en mis pulmones y agarro mi mochila.
Camino hasta la cama y me siento en ella, wow, la cama era realmente muy cómoda, es como si estuviera sentado en una nube. Mi cama en mi otra casa no se sentía así para nada, ahí es como si estuviera acostado en una pierda, no era cómoda, pero era lo que había, tenía que confirmarme. Mi papá era el único que dormía en un buen colchón y hasta con dos almohadas, a mi mamá y a mi nos tocaba lo peor.

No supe en que momento me encontraba llorando, seque mis lágrimas y de mi mochila saque mi pijama y caminé hasta el baño.

Una buena ducha me iría excelente. Y, de verdad, por primera vez en toda mi miserable vida, sentí el agua tibia caer por mi cuerpo.

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