CAPÍTULO 40

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Me encontraba en mi habitación acostado y pensando en cierto omega de ojos bonitos y cabello rizado.

Ese omega no salía de mi mente. Mi omega.
He estado comprando más regalos para él que le daré en ciertos momentos adecuados. Sabía que a Joaquín no le gusta que gaste en él, pero, joder, a mi me encanta hacerlo. Esos ojos brillantes, enorme sonrisa y mejillas rojas me llenaban de tranquilidad y orgullo ya que yo soy la persona que provoca esas sensaciones en mi estrella.

Estrella.

Es un hermoso apodo para una hermosa persona y que le queda a la perfección.
A veces me pregunto que hubiera sido de mi si jamás hubiese ido al supermercado.
Probablemente seguiría siendo aquel aburrido alfa metido en las cosas de la universidad, seguiría comprometido con Seidy.

Gracias destino por haberlo puesto en mi camino. Con él en mi vida, me siento más completo y feliz.

Alguien toca a mi puerta. Me levanto y la abro. Uno de mis guardaespaldas se encuentra detrás de ella.

— Buenas tardes, señor. Lamento molestarlo a esta hora, pero hay una mujer omega y tres niños alfas esperando afuera que dicen conocer al señor Joaquín. Se presentan como su madre y hermanos.

Oh.

Mierda. Mierda. Mierda.

Salgo rápidamente de mi habitación y corro. Cuando veo, efectivamente hay una mujer y tres niños afuera y parecen nerviosos completamente y siendo detenidos por los guardias.

Lo que más me sorprendió fue el ver estado de la mujer.

No estaba bien. Nada bien.










— Y entonces ¿tu no tienes a alguien?

Nos encontrábamos de regreso a casa. Peter estaba a mi lado y caminábamos despacio. Ya estaba comenzando a atardecer y hacer frío.

— Tenía. Solo salimos un par de veces pero después terminó conmigo. Nunca me dijo la razón, solo me citó en un lugar, me dijo que no me amaba y se fue.

— Es una persona ridícula y cobarde. Tenías derecho a una explicación.

Hace una mueca. — Lo sé. Quise hablar con ella pero me había bloqueado en todas las redes sociales.

— ¿Y tu no has intentado buscarla? Es decir, para hablar y aclarar las cosas, explicarte la razón por la cual te dejó y no te dio una explicación.

— Fui a buscarla a su casa pero su tía, con quien había estado viviendo, me dijo que de había regresado a su ciudad natal.

Frunci el ceño, eso sí es raro. Que una persona haya desaparecido así de la nada es extraño.

— Wow. Que extraño. ¿Sigues amandola? —me atrevo a preguntar.

— No. La solté. Te daré un consejo jefecito... —detiene su paso y yo lo imito, asiento y escucho sus palabras: — En esta vida hay que aprender a soltar a personas que nos hacen daño y que lo aportan nada bueno en nuestra vida. No es bueno para nosotros y para la mente.

— Wow. Gracias por el consejo. —retomamos la caminata. — Y tienes razón. Hay que aprender a soltar.

Estábamos en la esquina de la casa cuando a mi nariz llegan unos aromas bastantes conocidos.

Mi rostro palidece y mi respiración comienza a agitarse.

— ¿Joaquín? —siento una mano en mi hombro. — Estas pálido. ¿Que pasa? Háblame Joaquín, por favor. —sacude mi hombro tratando de llamar mi atención.

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