La versión de Oda

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Los siguientes personajes no me pertenecen, son de su creador, Masashi Kishimoto.

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El mango de la espada estaba en perfecto estado y al quitar su funda vio que la hoja también estaba completa, además muy bien cuidada.

En el momento en que Kaito contemplaba la brillante hoja, unos puntos azules y enormes se reflejaron en la misma, antes de que un rugido aturdiera por completo sus oídos...

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Oscuridad, era todo lo que Oda recordaba cuando sus ojos se abrieron después de milenios. Estuvo preso en un sueño vacío donde su propio padre había decidido encerrarlo simplemente porque terminó siendo mucho más poderoso de lo que él esperaba, ¿era su culpa acaso? Por supuesto que no, él no pidió ser una bestia, no pidió tener ese aterrador poder sin límites, no pidió ser temido y odiado ¡Él no pidió haber existido! ¡Entonces, ¿Por qué?! ¡¿Por qué su padre le había hecho esto?! ... porque él también le temía... a pesar de que nunca hizo algo para que su padre o sus hermanos le temieran, así era... temían que algún día perdiera el control sobre sí mismo y eliminara toda la vida sobre la faz de la tierra... se sentía traicionado, herido y desolado... pero, sobre todo, estaba enojado.

Fue por eso que en ese instante en el que se dio cuenta que su sueño había acabado, cuando aquel misterioso llanto llegó hasta sus oídos y lo liberó de la prisión de su padre; rugió con todas las fuerzas que sus cuerdas vocales eran capaces de soportar y expulsó tanto de su chacra como quiso en una explosión. Quiso dejar salir el dolor, enojo y frustración que le causaba ser él y que, por alguna razón, el llanto de esa cría le recordaba, sintió que ambos cargaban con el mismo dolor a pesar de que uno de ellos apenas había nacido y comprendió que ambos querían que el mundo supiera que tan peligroso era un corazón dolido y que alguna vez había sido puro o tal vez solo había sido él y su creciente resentimiento. Pensó, que si el mundo, sus hermanos y su padre le temían, entonces les daría una razón para hacerlo, si no lo había hecho antes e igual lo habían juzgado, ¿Por qué no hacerlo ahora cuando su padre ya no puede hacer nada para detenerlo?

Cuando el llanto cesó, su rugido también lo hizo, recostó su cabeza en el frío suelo de la cueva mientras su respiración sonaba algo agitada, cerró sus ojos y se prometió que, en el momento que decidiera salir de ahí, buscaría a la cría humana que lo despertó y la protegería, la cuidaría y criaría como si fuera su propio cachorro, le enseñaría a ser fuerte y no perder ante nadie, le enseñaría a demostrarle a los otros humanos que aunque no haya sido deseado, será alguien a quien deban respetar y temer, justo como él.

¿Por qué iba hacer algo así después de haber decidido que aterraría al mundo con su existencia? Tal vez porque en realidad no quería estar solo, tal vez porque quería realmente conocer a la cría humana que fue juzgada como él, ¿Qué tan iguales podían ser? Tenía curiosidad, pero no había prisa, la cría acababa de nacer, aunque fuera a buscarla ahora, no iba a ser capaz de darle los cuidados y atenciones que requiere una cría humana a tan corta edad, era mejor esperar unos años, tal vez con cinco bastaría, la cría humana ya sabría comunicarse, caminar por su cuenta y más.

Solo le esperaba desear que viviera hasta esa edad, porque a diferencia de él, la cría era frágil e indefensa, los humanos que quieran lastimarla lo logarán a menos que haya alguien que esté dispuesto a protegerla, esperaba que así fuera y por su lado, bueno, sabía que, si un humano se le cruzara por la cabeza enfrentarlo, debía ser un completo estúpido para esperar otro final distinto a la muerte, pero, si de algo estaba seguro, es que de esos humanos había y en abundancia.

El Jinchuriki Color RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora