Sobrevivientes

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Los siguientes personajes no me pertenecen, son de su creador Masashi Kishimoto.
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— Mentiría si digo... Que cuando me fui pensé en volver... —Su ceño se frunció y desactivó su modo sabio— Aldea del Cerezo —Pronunció entre dientes, mientras Ryu gruñía a su lado al igual que su Bijuu en su mente.

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Sakura observó la entrada de su antigua aldea por varios minutos, muchas imágenes de desprecio, odio y maltrato por parte de los habitantes, pasaron por su mente, ella sólo cerró los ojos.

— Es irónico que la persona a la que hace mayor referencia el nombre de este lugar, también haya sido la más odiada —Murmuró, abrió sus ojos y entró a la aldea, se tomó el tiempo de recogerla lentamente, apreciando toda la destrucción. Ryu la siguió de cerca mientras Oda, tan curioso como el can, observaba aquella aldea... O bueno, lo que quedaba de ella.

La Haruno continuó caminando por las destruidas calles y minutos más adelante encontró un parque, este también estaba destruido pero aún tenía algunos juegos en pié, como ese... Ese solitario columpio, la chica cerró sus ojos cuando un recuerdo la invadió.

«Flash Back»

Se encontraba una pequeña de ojos jades y cabello rosa, sentada en un columpio el cual estaba apartado un poco del parque, este estaba bajo un árbol.

Mientras la niña lloraba y acariciaba su mejilla, intentando calmar el dolor que sentía por el notable golpe que había en esta, las personas a su alrededor no paraban de hacerla sentir peor, diciéndole cosas horribles y tachandola de no ser humana, de no merecer vivir.

Al igual que una luz en las tinieblas, su hermano mayor apareció en medio de todos ellos y con su enojo los echó a todos del lugar para luego acercarse a su pequeña hermana, esta en cuanto lo vio se abrazó fuertemente a él.

— Tranquila, Pinky. Ya estoy aquí, ya nadie te hará daño —Susurró acariciando su cabello, ella levantó su rostro y él pudo notar el golpe, frunció el ceño molesto— ¿Quién te ha hecho eso? —Preguntó, ella mostró miedo antes de girar su rostro a un lado. Kaito se arrodilló frente a ella e hizo que lo mirara— Por favor, si no me lo dices esto seguirá pasando —Pidió.

— Oto-san... —Dijo, él mostró genuina sorpresa antes de enojarse— Pero... Pero yo tuve la culpa, Nii-san. Yo le pregunté que si tenía un regalo para mí hoy... Ya sabes, por mi cumpleaños... Él se enojó y me pegó —Murmuró limpiando sus mejillas aún húmedas. El mayor suspiró.

— Escucha bien lo que voy a decirte, Pinky —Pidió, ella lo miró antenta— No existe razón suficiente para que seas maltratada, no importa de quién se trate, pequeña. Nunca dejes que nadie pase por enzima de ti —Aconsejó, ella se sorprendió.

— ¿Pero y Oto-san... Y Oka-san? —Cuestionó, el mayor frunció su ceño una vez más.

— Ni siquiera ellos, ni siquiera yo, ni siquiera alguien con poder de palabra o una bestia mitológica, Pinky. Nadie tiene derecho a lastimarte de ninguna manera —Contestó, acarició la mejilla de la pequeña a la vez que su mano brillaba con un suave color verde, sanando el golpe sin dejar rastro o dolor— ¿Entendiste? —Interrogó y ella asintió, él sonrió ante eso— Bien, ahora. Sé que tardé un poco y que ya casi anochece, pero tuve que pelearme con una señora por él, yo estaba consciente de cuanto lo querías así que no iba a dejar que esa bruja me lo ganara —Mencionó, sacó un pergamino con un dibujo de un pétalo de Cerezo y de ahí invocó un oso de peluche blanco, de tamaño mediano y bastante esponjoso, lo tomó y se lo extendió— Feliz cumpleaños número tres, mi hermoso brote —Dijo con una sonrisa, la pequeña tomó el peluche con emoción y lo abrazó.

El Jinchuriki Color RosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora