El Jinchuriki Color Rosa

Plan infalible

Los siguientes personajes no me pertenecen, son de su creador, Masashi Kishimoto.

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— Hasta aquí llegaste, pulgoso —Sentenció el Uchiha. Oda levantó su pata delantera a metros sobre la posición del can dispuesto aplastarlo como si de una mosca se tratase. Naruto y Sasuke al ver esto corrieron en su ayuda, pero la distancia que había entre ellos era demasiada, no lo lograrían— ¡¡Muere!! —Gritó cuando el lobo empujó su pata hacia abajo.

— ¡¡Oye!! —Gritó una voz que resonó y llamó la atención de todos en el campo de batalla, además de detener de inmediato los movimientos del Juubi. Unos metros más atrás de donde los demás Bijuus permanecían cautivos, un gran Susano'o de color azul y un Goleen de madera se hacían presentes, su tamaño era impresionante, pero lo que se robó la atención de todos fue la pequeña figura sobre el Susano'o que resaltaba con su melena rosa siendo peinada por el viento— ¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño? —Retó y en sus labios una sonrisa ladina se dibujó.

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Los momentos de angustia y desespero que invadían el enorme y destruido campo de guerra donde se desarrollaba la batalla final, parecieron detenerse en el preciso momento en el que aquella figura hizo acto de presencia, pero más que eso, fue como si el tiempo mismo hubiera interrumpido su andar para detenerse a observar aquello, aquello que era imposible, pero fantástico.

Se trataba de observar esa pequeña figura de tersa piel nívea, ojos verdes y brillantes como esmeraldas y aquel rosa extenso y llamativo que solo resaltaba más su presencia y su belleza, se trataba de creer que la luna parecía seguirla donde fuera solo para reflejar su luz sobre ella y hacerla ver aún más omnipotente, se trataba de su mirada llena de astucia y su sonrisa retadora, se trataba... de Sakura Haruno.

Cada Shinobi presente fue consciente de quien era al momento de fijar su atención en ella y esa era la razón por la que muchos creyeron que habían sido engañados por sus ojos o que tal vez cayeron en algún Genjutsu sin darse cuenta, pero aun cuando sus mentes les jugaran aquella pesada broma, ellos eran conscientes de que lo que vivían y veían no era más que la realidad. A todos les impresionó, pero sin duda la persona más shockeada era el actual enemigo de las naciones, la persona que la vio morir y contempló su cadáver en un ataúd de madera por más de una semana, la misma persona que por fin podía estar tranquilo por haberse deshecho de su mayor obstáculo, el que alguna vez fue su hermano, Ryu Uchiha.

— Hum —Musitó la joven cruzándose de brazos— *A este lugar realmente le hace falta algo de orden* —Pensó mientras paseaba su mirada por todo el campo de batalla.

— No... no puede ser... —Masculló el líder enemigo, sus ojos negros estaban por salirse de sus cuencas— Se supone que tú estás muerta —Murmuró. Sin importar cuanto mirara detalladamente el cuerpo de la chica, le era imposible hallar indicios de que estaba siendo manipulada por el Edo Tensei.

— Y se supone que tú eras mujer —Dijo para sí misma antes de posar su mirada en el lastimado can que se encontraba a pasos del Juubi inmóvil— Tu... —Siseó cuando su ceño se frunció y sus dientes se apretaron, ver a Ryu en ese estado definitivamente la hacía enfadar y con sus ojos brillando cual joya volvió la vista al enemigo— ¡Escucha, no sé quién rayos seas ni que es lo que pretendes y la verdad tampoco me interesa, pero de lo que puedes estar seguro es que te daré la paliza de tu vida! ¡Tú, maldito! ¡No solo te bastó con haberme culpado de la muerte de Kiba y el asesinato de los seiscientos ninjas de las aldeas, además les hiciste creer a todos que yo era tu cómplice en esta guerra! ... Sí, es cierto, yo maté a esos seiscientos ninjas... ¡pero fue porque tú los utilizaste como simples distracciones para poder quitarme a Oda-kun! —Acusó.