Hay momentos en los que necesitamos que las horas pasen más rápido de lo que pudieran y que con eso se fueran todos los problemas y malos pensamientos que no nos dejan dormir.
¿Qué se supone que deba hacer en plena madrugada después de una horrible pesadilla en donde perdía a personas importantes en mi vida? Porque esto se veía demasiado real, como si de aviso se tratara. Yo tengo miedo a perder, principalmente por saber lo que se sufre cuando te arrancan lo que amas.
Todo termina siendo una especie de broma pesada que me juega la vida, de esas en las que ni se puede sonreír amargamente llegando justo a la ironía, reír para no llorar, pero no, aquí era necesario que las lágrimas corrieran.
•Horas después...•
—¿Por qué tan pensativa? --se apoyó en una de las paredes observándome, mi gran amiga, mi confidente.
—No es tan importante ahora... --su rostro incrédulo me hace hablar un poco más-- ¿Se nota mucho? --pregunto queriendo buscar una respuesta, aunque ambas la sabemos.
—Es importante que hablemos de eso que te tiene así. --ella me regala una corta sonrisa.
—Ven, acércate... --noto que un par de lágrimas amenazan con escaparse de mis ojos. Se aproxima y me abraza.
—¿Qué pasa, hermosa? No me gusta para nada mirarte así.
—Sensibilidad tal vez... --suspiro.
—¿Crees que me puedo creer eso? Te conozco Altagracia. --me separo un poco, ella solo alza una ceja y niega con la cabeza.
—No sé, no estoy bien.
—¿Solo eso me dirás? Pensé que era yo la que casi nunca hablaba de como se sentía y aún así lo sabes todo de mí.
—A ti no te podría mentir.
—Sabes que no. --cierro los ojos.
—Tengo miedo.
—Oye... --me toma del mentón y me levanta la cabeza-- Sentir miedo no es malo, lo incorrecto es que dejes que el miedo se apodere de tu cuerpo por completo y no te permita ser feliz.
Un silencio se hace presente y aunque ahora lo que menos quiero es hablar decido eliminar la mudez.
—Es que siempre algo termina rompiendo todo instante de dicha y desde hace un par de días tengo malos presentimientos. Tengo muchos asuntos que resolver y...
—Y nada. --me interrumpe y sonríe-- Usted señorita se va a olvidar de todo eso que perturba su mente, aunque sea por hoy, ¿vale?
—Está bien.
A veces creo que esta mujer es adivina, sé que tenemos que hablar de aquello que da vueltas en mi cabeza y parece no irse, pero ahora eso era lo que menos deseaba.
—Lo necesitas... --acaricia mi hombro en señal de apoyo y luego vuelve a tomarme entre sus brazos-- Estaba pensado también en otra cosa que nos ayudará a despejar la mente. Quiero que sea una sorpresa, ¿no lo olvidaste verdad?
—Claro que no. --ruedo los ojos-- Como no recordar que en una semana es el cumpleaños de Matamoros.
—Perfecto porque hay mucho por hacer. --yo solo asiento-- Aún así todavía hay un tema pendiente. --dice en tono de advertencia.
—Que sí. --voy a la cocina detrás de ella-- ¿Tienes algo planeado ya?
—Por favor Altagracia soy Eunice, siempre tengo algo planeado.
***
Eunice me contó las ideas que tenía para celebrar el cumpleaños de Moros, me dejó bastante sorprendida y claro, sería una celebración por todo lo alto. Matamoros era serio para casi todo, ni siquiera le gustaba hablar de su vida privada conmigo pero de eso tienen la prueba clara, me enteré de su romance con mi amiga meses después y ellos ni siquiera estaban juntos. Una cosa es ser serio o callado, pero si hay algo que le gusta celebrar a Matamoros es su cumpleaños, el de todos en realidad, pero en el suyo solíamos sacar la casa por la ventana. Eso fue cambiando con los años, ya no éramos unos jóvenes universitarios por lo que continuamos celebrando pero con un círculo social más pequeño. Éste año no sería así, Eunice estaba preparando una gran fiesta, claro que todo era sorpresa.