2 Meses después…
—Bebé, ¿puedes quedarte quieto? —acaricio mi vientre mientras le hablo— Por favor.
Llevaba horas pateando sin descanso, desde que regresamos de la consulta en la tarde no ha dejado de moverse y ya dolía cada vez que lo hacía.
—¿Qué ocurre? —entra José Luis con la pizza que llegó hace unos minutos en la mano.
—Tu hijo, no deja de moverse y me duele —intento hacer un puchero, pero vuelve a patear y hago una mueca de dolor—. Está en mis costillas, has algo Luis.
Él ríe acostándose a mi lado.
Estos últimos meses han sido algo estresantes, dejé de encargarme de los asuntos del bufete justo para estar relajada en la casa sin preocupaciones, pero es todo lo contrario. Por un lado, está Luis y su insistencia en que no haga nada en la casa, si por él fuera estaría todo el día acostada, estoy harta. Por otro lado, tengo a Magda que me repite una y otra vez qué es sano y qué no, entre ellos me voy a volver loca. Ella ha sido de gran ayuda en este tiempo, cuida de mí y me ha ayudado con todo lo del cuarto de Liam, pero de verdad necesito un respiro.
Entiendo que todos nos pusimos nerviosos cuando en la revisión pasada Ángel dijo que debo cuidarme más si no quería tener complicaciones a la hora del parto, estuve toda una semana sin hacer nada, salvo comer y dormir, estaba dispuesta a pasar el resto del embarazo así, pero estoy a punto de enloquecer si continúo con este martirio.
—Mi amor, relájate un poco estás muy tensa desde que Angélica se fue —deja la pizza a un lado y me braza de costado—. El bebé siente todas tus emociones, por eso no deja de moverse. ¿Verdad que sí, Liam? —mima mi vientre— Ya mamá se va a relajar ¿verdad? —esta vez se dirige a mí y asiento resignada.
—Es que no me gusta que se vaya con Erika, y no me cae mal —aclaro—, es solo que no se ha destacado por ser una madre ejemplar en los últimos meses, ni siquiera llamó en su cumpleaños, lo hizo al día siguiente —me quejo.
—Lo sé, pero tiene el derecho de ver a su hija —besa repetidamente donde Liam se movía y sonrío—. Además, tú solo estás celosa.
—Y si fuera así, ¿qué tiene? —levanta las manos rindiéndose— Parece que va a dejar de armar desmadre aquí dentro —señalo mi vientre—, papi lo tranquilizó.
—Claro, es un don —afirma con aires de grandeza—. ¿Comemos antes que se enfríe? —asiento buscando el control de la tv.
—La Bella y la Bestia, es lo que toca —doy de hombros antes de morder un trozo.
—Me he acostumbrado a ver películas infantiles, solo espero que llegue mi campeón para que veamos Cars o algo así, que no sean puras princesas —río al escucharlo.