Después de unas cuantas horas más en observación los médicos decidieron pasar a Eunice a una habitación, aún no despertaba así que las visitas se mantenían restringidas, solo podía pasar una persona a la vez a verla. Matamoros era quien estaba ahora con ella, yo estaba esperando un poco más para entrar así que mientras estaba afuera con Luis.
—Mi amor, ya no estés tensa. —dice él a mi lado.
—Lo siento Luis, pero ya no puedo con la culpa. —tomo mi rostro entre mis manos.
—¡Hey! No digas eso. —me abraza de lado —Ella fue a buscarte para que la acompañaras hasta aquí porque confía en ti.
—Pues sí, pero debí de negarme, ir a otro hospital o... No sé. —escondo mi cara en su pecho mientras dejo las lágrimas salir.
—Mi amor las cosas pasan por algo, deja de culparte por eso. —soba mi espalda tratando de calmarme.
Me separo de él cuando veo la puerta abrirse y veo a Moros aparecer.
—¿Despertó? —pregunto secando mis mejillas pero niega con la cabeza y cierra la puerta detrás de él.
—No te preocupes Alta. —me abraza —Los doctores dijeron que tenemos que tener paciencia porque podría tardar.
—Bueno. —asiento —Mi amor ¿por qué no vas a la casa? Ya casi es de noche y Angie no tarda. —le hablo a Luis.
—No quiero... pero tienes razón. —concuerda.
—Alta, deberías ir con él. —ahora es Moros quien habla —Ve te duchas, comes algo y descansas un poco, yo me quedo aquí.
—Está bien, pero con una condición. —lo señalo —Primero voy a pasar a verla y además de eso regreso a quedarme hoy en la noche, así que tienes que prometer que también irás a descansar un rato.
—Bueno, está bien. —asiente.
—Perfecto. —miro a Luis.
—Aquí te espero. —asiento y me voy en dirección a la habitación.
Cuando entré a la habitación cerré la puerta detrás de mi y el sonido de la máquina que marcaba su frecuencia cardíaca era lo único que escuchaba, con pasos lentos fui hasta la cama y un nudo se formó en mi garganta al verla ahí con la mascarilla de oxígeno.
—Herma... —mi voz era casi inaudible —Necesito que despiertes. —me acerqué un poco más a ella y tomé su mano entre las mías —No sabes como extraño hablar contigo, sé que solo han pasado unas horas y debes estar descansando un poco de nosotros pero yo... —las lágrimas corrían por mis mejillas —Lo siento, esto no hubiera pasado si me negaba a venir contigo, aunque así no sabríamos que había un angelito o angelita aquí esperando por nacer. —toco su vientre antes de encararla —¿No vas a despertar? —cuestioné aún sabiendo que no obtendría respuesta —Hazlo por mí, bueno mejor hazlo por ese hombre que está allá afuera, está desesperado como nunca antes lo había visto. —dije mientras acariciaba sus rizos rojos —Bueno ya veo que sigues siendo la misma terca de siempre y no abrirás los ojos me voy. —me levanto —Piénsalo ¿si? Te amo herma. —beso su frente antes de salir de aquel cuarto de hospital.
—¿Reaccionó? —pregunta Matamoros cuando cierro la puerta.
Niego con la cabeza. —Al parecer hasta inconsciente es terca esa mujer. —me toco el puente de la nariz —Regreso más tarde para que descanses. —digo cuando Luis llega a mi lado.