—¿Estás lista? —preguntó Eunice asomando la cabeza en la puerta de mi habitación.
—Sí —susurré tomando mi bolso para ir al hospital. Volteé para ver a Angélica que dormía profundamente en la cama y me acerqué—. Te quiero tanto.
Dejé un beso en su frente antes de salir a la sala, Eunice me esperaba en el pasillo.
—Va a estar todo bien —afirmé envolviéndola con mis brazos—. Me mantienes informada.
—Cuida de Angie, de esta bebé y de ti, no puedes estar mal por ella —puse una mano sobre su vientre.
—Lo mismo te digo, Alta no se trata solo de tu salud —me ve a los ojos —. Tienes un bebé a bordo y tienes que estar bien.
—Lo sé, después te hablo —me despedí antes de salir del departamento junto a Matamoros.
Era media noche y apenas había descansado un par de horas, no quería estar lejos de Luis ni que despertara y estuviera solo. Cuando llegamos le dije a Moros que fuera a descansar un rato, al principio se negó, pero al recordarle que tenía en casa a una prometida embarazada que necesitaba también de sus cuidados, aceptó irse prometiendo regresar temprano en la mañana.
A Luis ya lo habían trasladado a una habitación y el doctor mantenía la esperanza de que despertara en la madrugada.
—Mi amor —comencé a hablar —, estoy aquí. Te traje un regalo, bueno te lo manda Angélica —saqué de me bolso el dibujo que la niña me había entregado en la cena—. Está convencida de que si lo ves volverás a casa rápido, pero para eso tienes que despertar Luis. Si quieres no lo hagas por mí, pero tus hijos te necesitan mi amor. Tienes que estar bien para ver a tu hija en su primer recital, para regañarla cuando devore los hotcakes del desayuno, aunque tu hagas lo mismo cuando nos damos la vuelta y para seguir negándole ese cachorro que tanto quiere, además tú no te quieres perder nada de este embarazo —acaricio su cabello conteniendo las lágrimas—. Despierta ¿sí?
Pero no ocurrió nada, no movió ni un dedo al escuchar mis palabras.
Una enfermera apareció en la habitación un rato más tarde, revisó sus signos vitales y me indicó que si necesitaba algo o él despertaba presionara el botón que estaba a un lado de la cama. Cuando se hizo un poco más tarde fui a comprar un té, fue ahí que vi un par de guardias un poco distraídos en uno de los pasillos y supe que ahí era la habitación de mi ex-marido.
—Disculpe señora, esta es una zona restringida y no puede estar aquí —dijo uno de ellos cuando me acerqué.
—Soy la abogada del señor Contreras —mentí mostrando una de mis tarjetas con el nombre del bufete—. ¿Si me permiten?
—Claro —asintió el otro guardia que no quitaba su mirada de mi escote.
Sin decir nada entré al cuarto, a diferencia de Jose Luis, León sí estaba despierto. Mi cuerpo se llenó de ira al verlo a los ojos.
—Parece que saliste bien librado del tiroteo —dije caminando hasta su lado mientras lo miraba de pies a cabeza—. No sabes cómo voy a disfrutar meterte tras las rejas y asegurarme que tu condena sea una muy larga.
Tenía el rostro un poco magullado, seguramente por los golpes que recibió de Matamoros, pero aun así tenía esa sonrisa llena de maldad en los labios.
—Tienes confianza en eso, ¿qué te asegura que no salga horas después que me lleven a comisaria? O mejor aún, ¿quién te asegura que los guardias que están ahí fuera no me dejarán ir cuando me trasladen.
—Eres un cabrón —dije entre dientes—. Podrás tener todos los contactos que quieras, pero nada va a impedir que te pudras en una prisión de alta seguridad y lo mejor de todo es que no tienes a nadie León, estás solo.