El frío me golpea en la espalda, me remuevo en la cama buscando calor, pero solo encuentro el otro lado helado y solitario como el resto de la habitación. Me voy al baño para tomar una ducha y acabar de despertar, hoy va a ser un día movido en el bufete y mientras más rápido comience más rápido terminará.
Media hora después escucho toques leves en la puerta, no tengo que ser bruja para saber que se trata de Eunice, ayer no la escuché llegar así que debe de venir para hablar de ese tema.
— Pasa Eunice. –digo en un tono ronco mientras me aplico un poco de maquillaje.
— No bueno parece que despertamos de malas ¿qué es eso de “Eunice”? ¿Ahora me vas a hablar así? –dice cruzada de brazos en el marco de la puerta-- ¿Estás enojada conmigo?
— Claro que no. --la veo-- Solo estoy cansada, ayer no dormí nada. --voy al closet para buscar los zapatos y mi bolso.
— Uy sí! --rie-- Parece que la noche estuvo movidita por acá. --salgo del closet con los zapatos puestos y el bolso en la mano. Pero ignoro su comentario, no me apetecía un interrogatorio sobre la noche de “placer” que me dio mí marido, ella solo continúa riéndose a carcajadas, cosa que cambia cuando me mira.
— Hoy va a ser un día aburrido y la verdad no tengo ganas de ir. --salgo de la habitación.
— Pues tómate el día, después de lo de anoche lo necesitas. --va detrás de mí.
— Justo por "lo que pasó anoche" prefiero ir a distraerme al trabajo, sino me quedaré aquí deprimida en la habitación, en pijamas y con una buena cantidad de helado que solo me haría engordar. --nos detenemos justo antes de bajar las escaleras.
— Alta, lo siento. Si yo no te hubiera dicho lo de la cena no estarías así, perdón. --baja la mirada.
— Ey! –me acerco a ella y tomo sus manos-- No es tu culpa, que me hayas dicho lo de la cena no cambia nada. --le sonrío-- Tarde o temprano lo iba a ver y mejor que fuera ayer, gracias a Dios que León no fue, no soportaría verlo a la cara mientras estaba del brazo de mi "querido esposo". --digo y comienzo a bajar los peldaños-- ¿Vas a hacer algo ahora?
— No, justo venía a decirte que me iba contigo al trabajo, hoy no quiero ir al spa. --da de hombros-- Por cierto ¿Matamoros te va a llevar? --llegamos a la sala.
— Sí, como siempre. ¿qué pasa? –pregunto con el ceño fruncido y cruzándome de brazos-- ¿Qué pasa entre Matamoros y tu Eunice? --cuando creo que va a responder suena mi teléfono y sale corriendo a la cocina-- ¡No te me vas a escapar! --halzo un poco la voz para que me escuche-- Camila dile a Eunice que la espero en el coche.
— Claro Doña, con permiso. --asiento y salgo de la casa.
Tomo la llamada y era mi secretaria para avisarme de una reunión agendada a última hora para las 10:00 am y solo eran las 7:17 am. Tenía que salir pronto o llegaría tarde a una junta a las 8:00 am.
Camino al auto encontrándome con Matamoros con cara de no haber dormido en años, tenía ojeras y ojos rojos, eso fue lo que alcance a ver antes de que se pusiera sus típicas gafas oscuras.
— Moros –llamo su atención-- ¿Estás bien?
— Sí Doña, todo perfecto. --me abre la puerta pero la cierro quitándole los lentes.
— A ver tú no estás bien, hace años que no me dices “Doña” cuando estamos solos. ¿Qué pasó? ¿Por qué tienes los ojos así? --cuando está por responder llega Eunice, y él toma sus lentes y va a la puerta del conductor.
Sé que lo que le sucede a Matamoros tiene que ver con ella, pero no tengo ni idea de qué pasa y esa actitud me deja aún más confundida.
— ¿Nos vamos? Tengo que contarte algo. –me dice Eunice antes de meterse al auto.