—… ¿Tú lo sabías?
—Altagracia yo…
—¿Lo sabías o no? —interrumpí— Responde.—No podía contarte —dijo bajando la cabeza—, lo siento.
—Eres increíble, ¡soy tu mujer y su hermana! ¿No es esa razón suficiente para contarme? —grité.
—Ella no quería que supieran, nadie lo sabía hasta que ella lo dijo ahí dentro —Luis se acercó para tomarme las manos entre las suyas—. Mi amor, no podía traicionar la confianza que Regina me dio.
—¿Pero la mía si podías traicionarla?
Negué con la cabeza y me solté de su agarre.
Quería salir de ahí y eso mismo hice, sabía que Luis no podría detenerme pues se tenía que quedar hasta el final del juicio. Iba a subirme a la camioneta, pero no traía las llaves así que llamé un taxi y diez minutos después estaba yendo hasta el departamento de Eunice.
Un par de lágrimas cayeron por mis mejillas mientras miraba las calles y me apresuré a limpiarlas, no podía llegar llorando o Angélica se preocuparía al verme.
El taxi solo demoró unos minutos y gracias a Dios no había embotellamiento, le agradecí al conductor después de pegarle y me encaminé a la entrada del edificio de Eunice. Cuando llegué a su puerta respiré hondo y parecer calmada antes de tocar el timbre.
—Hola —saludó contenta antes de besar mi mejilla—. ¿Y Luis? Pensé que iban a venir los dos después del juicio. ¿Cómo les fue? ¿Lo condenaron?
—Hola Eunice estoy muy bien, gracias. Luis no vino y no creo que lo haga, seguramente no recuerda la cita con el médico —me tumbé a su lado en el sofá.—Eso no suena nada bien. ¡¿Ahora qué hiciste, Altagracia?! —se quejó cruzando los brazos.
—No quiero hablar sobre eso, apenas estoy entendiendo todo. ¿Y Angie? —cambié de tema.
—Todavía está dormida, anoche estuvimos viendo películas hasta que nos quedamos dormidos —se levantó yendo a la cocina y la seguí—, sabes que no causa problemas.
—Bueno, pero ya no pudiste hacer nada anoche por cuidarla —la vi hacer una mueca frente a la nevera—. ¿Te duele? ¿Llamo al médico? ¿A Moros? —ella negó con la cabeza.
—Si quieres que sea la madrina de ese bebé que llevas ahí —apuntó mi vientre enderezándose—, no vas a decirle nada a Matamoros. Ella solo hace presión y me levanto para buscar aliviarla, solo eso. Volviendo al tema, desde que estoy de “reposo” mi vida sexual se ha ido en picada por eso insistí en que Angie se quedara, al menos una de las dos la pasaría bien.
Solté una carcajada al escucharla hablar así.
—Pues gracias, liberé muchísima tensión y estrés —dije en broma.
Me gustaba hablar con Eunice, de alguna manera me hacía olvidar mis problemas o al menos dejarlos de lado por un rato.
Mi teléfono no paraba de sonar por lo que decidí apagarlo, Luis estaba insistente así que sería lo mejor. Fui a despertar a Angélica al cabo de un rato, era casi medio día y no podría dormir en la noche si seguía así.
Cuando entré en la habitación ella dormía plácidamente, se parecía tanto a Jose Luis, a pesar de no llevar su sangre, era imposible no ver cómo llevaba el carácter y una que otra manía de su padre. Me acerqué a ella con una sonrisa en los labios, tomé asiento a su lado y comencé a despertarla.
—Corazón —murmuré quitando algunos mechones de cabello que cubrían su rostro—. Bebé despierta, Angie ya es muy tarde.
Dejé de hablarle cuando comenzó a abrir los ojos, una vez estuvo despierta completamente me sonrió.