Había pasado un mes desde el cumpleaños de Matamoros, nos habíamos reunido un par de veces los cuatro, siempre que teníamos tiempo claro. Hoy hemos quedado en vernos en la tarde para comer en un restaurant nuevo.
Las cosas con Luis iban de maravilla, él estaba arreglando todo en su despacho para poder tomarse unas vacaciones, unas pequeñas, pero merecidas vacaciones. Todo eso de la pelea legal por conseguir la custodia completa de Angie lo tenía muy estresado. Hace más de un mes que no la vemos, en persona, pues todas las noches llamaba por FaceTime antes de irse a dormir; nos contaba como iban sus días en la escuela y cada cosa nueva que aprendía.
Hace tres semanas me llegó la sentencia de divorcio y poco después la de Luis, estábamos oficialmente divorciados de nuestro pasado, era el momento ideal para comenzar algo bonito sin malos entendidos.
Hace unos días fui a hablar con mi madre, ella aún continuaba muy enojada por mi divorcio y como era de esperarse no apoyaba mi relación con Luis, pero yo era mayor de edad y ya había pasado la etapa de esperar su autorización para hacer las cosas. Ese día solo conseguimos discutir y discutir, no había ningún avance así que opté por dejar que las aguas se calmaran entre nosotras y alejarme un poco.
***
Cuando llegué al restaurant Moros y Eunice ya estaban en nuestra mesa, pero de Jose Luis ni sus luces. Diez minutos después le vi entrar al lugar y venir hacia nosotros.
—Pensaba que no llegarías. —dije cuando jaló la silla que estaba a mi lado sacando el nudo de su corbata antes de sentarse. Tenía la respiración agitada, como si uniera corrido un maratón.
—Lo siento. —me da un pico en los labios —Hola chicos. —saluda a los tórtolos al otro lado de la mesa.
—Parece que venías corriendo. ¿Dónde andabas? —preguntó Matamoros.
—Se me dañó la llanta a unas cuadras de aquí, llamé a la grúa y me vine corriendo. —responde —No podía darme el lujo de faltar a esta comida, sino ésta belleza, —me mira— se enfadaría conmigo.
—Sin dudas. —respondo y lo beso.
—Bueno mucha miel ya ¿no? —habla Eunice en un tono irritado. Últimamente tiene muchos cambios de humor, está mas hormonal y sentimental que de costumbre.
—¡Ay! Perdón. —levanto las manos.
El lugar era bonito, nunca habíamos venido aquí pero la estamos pasando bien; la atención por parte de los meseros es estupenda y la comida ni se diga, exquisita. Así pasamos varios minutos, riendo y disfrutando al máximo.
Todo iba bien hasta que llamaron a Luis, alcancé a ver que era de la oficina.
—Tengo que irme. —informa después de guardar el móvil —Adelanté una junta que estaba programada para el lunes, me llamaron para decir que en media hora estarían en mi despacho.
—Tranquilo, yo paso a dejar a Altagracia. —dice Moro, pues el plan era irme con Luis y dejarle la tarde libre.
—Alta, ¿me acompañas un momento afuera? —asentí y me fui tras él dejando a Matamoros con Eunice, quien se había pedido el postre.
—¿Qué pasó? —lo veo confundida saliendo del local.
—¿Estás enojada?
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