—Así que tienen una hija? —me hago la desentendida y veo como Jose Luis se tensa ante mis palabras.
—Pues... La verdad es que... —cuando Erika iba a contarme Jose Luis la frena, no la deja terminar, le toma la mano apretándola y eso hace que me hierva la sangre.
Ver como se lleva tan bien con su "esposa" hace que me desgarre por dentro y cualquier esperanza que tuviera se evaporara al instante.
¿Te estás escuchando? ¿Qué esperanza ibas a tener tú si eres una mujer casada?
—No creo que eso sea algo que le interese a Altagracia. —su mirada pasa a la mía y lo único que sé es que tengo que salir lo antes posible de aquí.
—Vaya es tardísimo, será mejor que me vaya. —digo mirando el reloj pero sin siquiera ver la hora— Me tengo que ir Navarrete. —miro a Erika— Fue un placer conocerte, espero que se repita. —digo y tengo que admitir que no me cae mal, de hecho todo lo contrario, si no estuviera casada con Navarrete la cosa sería otra.
—Pero Altagracia... ¿Y los papeles, cuando los vamos a firmar? —dice José Luis haciéndome voltear a verlo.
—Mañana pasa por mi oficina, ahí hablamos. —me retiro sin más.
Llego al auto en completo silencio lo que le da a Matamoros motivos de sobra para preguntar.
—¿Todo bien? —se sube al auto.
—Sí ¿por qué no lo estaría? —él da de hombros.
Cuando Matamoros arranca el auto me concentro en contar hasta cien y tratar de tranquilizarme.
—Ok, no estás bien ¿verdad? —se detuvo en la luz roja.
—No. —respondo seca y sin mirarlo— ¡¡¡Ahhhh!!!! —grito como loca golpeando el asiento trasero con manos y pies, pero él ni se inmutó.
—Ya te habías tardado. No te preocupes ya sé donde tengo que llevarte. —me sonríe pero no le devuelvo la sonrisa, dirigiendo mi vista a la ventana para relajarme.
Cuando llegamos me bajo apenas el auto se detuvo en el estacionamiento.
—Sí que es seria la cosa. —dice pero no le presto atención, ahora solo necesito desahogarme como Dios manda.
Que mejor lugar para olvidarse de todo que MacDonald's
—Buenas tardes. —dice el mozo— Aquí les dejo la carta, regreso en un momento a tomar sus órdenes.
—No es necesario, ya sé lo que voy a pedir. —miro a Matamoros quien está aguantandose la risa porque sabe el desastre que voy a armar, pero hoy se equivoca— Una hamburguesa con papas fritas por favor y... —observo la carta— estos tres por favor. Ah y una malteada de fresa, eso es todo gracias.
—Ok, en un momento estará listo. —el mesero se retira y Matamoros estalla a carcajadas.
—Pensaba que te ibas a reventar —ruedo los ojos— No entiendo ¿que es tan gracioso?
—Es que por más tiempo que pase nunca me voy a acostumbrar a que hagas esto. —dice para después continuar riendo— Aunque debo reconocer que esperaba que armarías una catástrofe, me equivoqué. —dice ya más calmado.
—Bueno, me importa un carajo que te rías de mi, tú te lo pierdes. —contemplo el lugar para esperar mi pedido.
Pues sí señoras y señores ahogo mis penas comiendo, así como algunas personas se refugian en el alcohol yo lo hago aquí, en MacDonald's acompañada de unas buenas papas fritas.
Siempre que estoy deprimida vengo aquí, claro Matamoros dice lo del desastre porque está acostumbrado a ver como vuelvo locos a los meseros con mis pedidos, pero hoy no sería así.