Luego de aquel almuerzo decidimos pasar al centro comercial, Jose Luis quería consentir a Angélica comprándole juguetes y algunas prendas de vestir, claro que yo aproveché para comprarme algunas cosas también. Las horas pasaron demasiado rápido, Angie y yo nos burlábamos de Luis que venía detrás cargando con todas nuestras bolsas mientras nos dirigimos al auto.
—¿Por qué compraron tantas cosas? —Pregunta Luis cuando cierra el maletero.
—¡Papi, no te quejes más! —Lo regaña. —Así somos las mujeres.
Estallamos a carcajadas mientras él nos miraba con la boca abierta.
—Mejor subimos al coche está comenzando a bajar la temperatura. —Digo para ayudar a Angie a subir al asiento de atrás y ponerle bien el cinturón.
—¿Lista? —Pregunta Luis cuando llegó a su lado en el asiento del copiloto, yo abrocho mi cinturón y afirmo para que acelere el auto.
***
—Parece que estaba cansada. —Digo volviendo mi vista al frente.
Llevábamos quince minutos en el auto y ya Angélica estaba dormida, acostada a lo largo del asiento y con la boca ligeramente abierta.
—Hoy gastó muchas energías. —Luis asiente.
—Hace mucho tiempo que no pasaba un día así con ella. —Lo miro. —Creo que la última vez fue en su cumpleaños.
—Luis... —Tomo su mano. —Ella necesita un poco más de atención. —Sonrío leve. —Pero tranquilo que lo estás haciendo bien.
—Gracias. —Se lleva mi mano a los labios y deja un suave beso en la palma.
Llegamos después de un rato, Luis saca las bolsas del maletero y yo voy donde Angie.
—Ya llegamos hermosa. —Ella abre los ojos y la tomo en brazos. —Duerme un poco más. —Esconde su cara en mi cuello y vuelve a dormirse.
—Espera, ahora te ayudo. —Dice Luis volviendo por más bolsas.
—Tranquilo, no pesa nada. —Susurro para cargarla mejor y entrar.
Entré de primera con Angie en brazos y fui directo al sofá, no pesaba nada pero estaría más cómoda en él. Al parecer me había equivocado, abrió los ojos cuando intenté dejarla ahí y se aferró a mi blusa.
—Tranquila, es para que duermas mejor aquí. —ella negó.
—No, ya no quiero dormir.
—Bueno entonces vamos a bañarnos. Hoy jugamos mucho y hacía calor.
—¿Me puedo bañar contigo? —Pide.
—Mm... —Finjo pensar. —Claro que sí, vamos.
Angie se baja de mis piernas y sale corriendo tropezándose con su padre en la puerta.
—¿A donde vas corriendo Angélica? —Su voz era un poco distinta, más seria.
—A la tina, Alta se bañará conmigo. —Luis me ve y ella continúa con su camino.
—¿En serio? —pregunta con el ceño fruncido.
—¿Por qué no? —Doy de hombros y me levanto para ir con Angélica. —Te dejo, tengo a una niña esperando por mi. —Cuando me dirijo a la puerta me agarra de la cintura y me jala a él.