XXXIX. La hipótesis.

584 69 50
                                    

Había pasado casi tres meses desde aquella noche y no habían noticias de León. La policía perdió el rastro hacía algunas semanas, los detectives encontraron varios delitos que había cometido en el paso, mucho antes de casarse conmigo pero también algunos durante los últimos años. Junto con Jose Luis ya tenían un expediente armado en su contra, solo faltaba que diera alguna señal de vida, pero parecía que la tierra se lo había tragado, no había nada que nos llevara a él, ni transferencias bancarias, ni movimientos en las tarjetas de crédito y ni hablar de su celular.

La policía comenzaba a preguntarse si todavía estaba vivo. Nosotros seguimos adelante con nuestras vidas, al menos lo intentamos, pero parecía que León era esa sombra que nos perseguiría por el resto de nuestras vidas.

Mis pesadillas continuaban, no todas las noches, pero sí la mayoría. Había recurrido a las pastillas para dormir por un tiempo, pero cuando Luis se dio cuenta fue imposible tomarlas. Él y yo no tuvimos la mejor semana, las cosas entre nosotros estaban peor que nunca; se había obsesionado con el tema de los guardaespaldas, apenas me dejaba salir a trabajar y esta situación se volvía cada vez más agobiante.

Hace una semana no hablo con él, fue a Roma por asuntos de trabajo y aunque llama todas las noches, yo le paso el teléfono a Angélica o simplemente lo ignoro, ella no se ha dado cuenta de nuestro problemas, o eso creo, es una niña muy lista por eso nunca discutimos frente a ella.

Hoy estamos en el departamento de Eunice, el plan era almorzar todos juntos para darle la bienvenida a Luis, que regresaba hoy de su viaje.

—¿Qué prefieres, pollo o pescado? —pregunta Eunice frente a la nevera.

—Todo menos pescado, por favor. —me mira confundida mientras se voltea dejando su lindo vientre a la vista, le había crecido notablemente en las ultimas semanas— No me mires así.

—¿Tú rechazando el pescado? —arquea una ceja— ¿Quién eres y qué hiciste con mi mejor amiga?

—No digas eso. —ruedo los ojos— Es que últimamente no puedo ni oler el pescado. —vigilo a Angélica dibujar desde el marco de la cocina.

¿Olvidé mencionar lo del pescado antes? Pues sí, en los últimos días me he sentido fatal, he tenido muchos mareos, tantos que ni siquiera puedo levantarme de la cama hasta que se me pasen.

—¿Te has sentido mal? —Eunice me saca de mis pensamientos.

—Un poco. —admito— Esta semana sobretodo, los mareos se han vuelto parte de mi rutina matutina, sin mencionar que ayer no fui al trabajo por pasar todo el día con la cabeza en el inodoro. —veo a Angie correr hacia nosotras— Supongo que es el estrés, y que no he he dormido muy bien esta semana, las pastillas han regresado. —Angélica me entrega su dibujo— Está hermoso, gracias corazón. —beso su mejilla.

—De nada mami. —abraza mi pierna.

—O podrías estar embarazada. —Angie y yo volteamos a ver a Eunice— Es una hipótesis. —da de hombros.

—¿Embarazada? ¿Como la tía? —pregunta la niña con ilusión en sus ojos.

«¿Será? No, es prácticamente imposible»

—No princesa, no le hagas caso a tu tía. —le lanzo una mirada asesina a Eunice— Mejor sigue jugando.

—Vale. —dice un poco decepcionada.

𝑺𝒊 𝒕𝒆 𝑨𝒕𝒓𝒆𝒗𝒆𝒔 ♥︎ |+18|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora