—¿Qué quieres, León? ¿Por qué nos haces esto?
—Es una buena pregunta, lástima que la respuesta no sea tan buena para ti —sonrió y tomó asiento frente a nosotros mientras jugaba con su arma—. ¿Recuerdas la noche que nos conocimos? Yo regresaba de Estados Unidos y mi familia hacía una fiesta de bienvenida para mí —continuó—. Ese día tu madre quedó deslumbrada conmigo, se quejaba de tu novio, decía que no estaba a tu altura y poco después llegaron ustedes dos —nos señaló —. Me dejaste sin aliento en cuanto te vi, pero aquí tu guardián no se te separaba ni un minuto. Después nos vimos en unos cuantos eventos más, yo intentaba llamar tu atención pero solo tenías ojos para él. Tiempo más tarde me enteré que tu familia estaba a punto de quebrar y por supuesto, a mi querida suegra no le hacía mucha gracia pertenecer a la clase media así que hice un trato con ella —vino hacia mí —. Justo lo que estás pensando ahora, tu mami te vendió al mejor postor.
No quería seguir escuchando, León me estaba diciendo toda la verdad, una verdad que siempre supe pero nunca quise creer, y era algo que tenía que procesar poco a poco.
—Con tu padre fue un poco más difícil, él no quería que te casaras por dinero pero tu madre se las arreglo para convencerlo de que era lo mejor —escucharlo hablar así estaba despertando unas tremendas ganas de vomitar, en su cara—. Luego de casarnos ni siquiera te deseaba, en aquel momento solo fuiste una obsesión, quería demostrar que era mejor que este imbécil, pero tu seguías amándolo a él —se detuvo a pocos centímetros de mí.
—¿Para qué querías que te amara si tú no estabas enamorado de mí? —trague en seco cuando puso la pistola en mi sien.
—¿Recuerdas a los detectives? —cambió de tema y asentí— Yo mandé falsificar el informe que pediste y te hice creer que se había ¡bum! —simuló dispararse— Cuando Navarrete regresó a tu vida, me dieron unas ganas terribles de matarlo, pero tengo que admitir que cuando te pegué sentí mucha más satisfacción —Luis se removió en su lugar al escucharlo—. Luego exigiste el divorcio, no quería firmarlo pero entendí que era mucho mejor hacerte creer que había rendido para que no sospecharan de mí después.
—Cuando intentaste matar a Eunice —dije. Todas las piezas se acomodaban en mi cabeza como piezas de puzzle.
—Exacto —sonrió mostrando todos los dientes—. Aunque la bala no era para ella, no me molestó verlos a todos desesperados en el hospital pero ya sabes lo que dicen: si quieres que las cosas salgan bien, las haces tú mismo.
—¿Cómo sabías dónde estábamos? —pregunté sin entender.
—Vargas, él estaba vigilándolos —suspiró—. Cuando hicieron circular la orden de aprensión en mi contra tuve que improvisar y adivina dónde me escondí —sonrió ampliamente.
—Con mi madre —dije obvia—. ¿Ella sabía dónde estabas todo este tiempo?
—Al principio, después se enteró de lo que hice y tuve que irme —di gracias a Dios mentalmente al escuchar eso, al menos no era su cómplice —. Fue entonces cuando me fui a Estados Unidos hasta hace poco que regresé y pues... Aquí estamos.
—Viniste a matarnos —fue más afirmación que pregunta.
—No te adelantes, mi amor —susurró mientras aspiraba el olor de mi cuello— Todavía no tengo claro qué hacer con ustedes —se alejó varios pasos hasta llegar a la puerta—. Los dejo tortolitos, no olviden decirse lo mucho que se aman —fingió un puchero antes de agregar—, será la última vez que lo hagan.
La puesta se cerró haciéndome estremecer al escucharla, volteé para ver a Luis y tuve que ahogar un gemido de dolor al verlo.
—Mi amor, vamos a estar bien —dije levantando un poco su rostro para poder mirarlo a los ojos—, Matamoros va a venir por nosotros y nos va a sacar de aquí ¿sí?