Camino a casa de Eunice solo pensaba en las palabras de León y me trataba de convencer a mi misma que todo saldría bien. Solo me había sentido así dos veces en mi vida, la primera: cuando me vi caminado hacia el altar hace cuatro años y la segunda: hoy cuando leí los documentos que cerrarían un ciclo en mi vida.
Sí, ya estaban listos los papeles, mi secretaria los traía justo en el momento en que León salió de mi oficina. Sólo faltaba lo más difícil, hacer que él firmara sin quitarme nada de lo que era mío.
Aparco frente al edificio donde vive mi amiga, lo que me recordó la cita que tengo mañana para ver algunos y ver si decido comprar. Saludo a Matías, el portero de Eunice agitando la mano para después ir al elevador. No había pasado mucho tiempo frente la puerta antes que mi amiga con su rostro lleno de felicidad abriera los brazos para recibirme.
—Hola. --sus brazos todavía me rodeaban, en ese momento sientí unas ganas inmensas de llorar, pero al separarnos y ver esa alegría en su rostro, me contuve-- ¿De qué me perdí? --camino a la sala-- Estás muy sonriente. --me dejo caer en el sofá.
—Bueno... Es que estoy muy feliz. --chilla.
—Eso ya lo sabía, me doy cuenta no estoy ciega. --suelto una carcajada al verla así.
—Por eso te llamé, te quería contar todo lo que ha pasado recientemente. --abro los ojos como platos al tener una idea loca.
—Espera... --me siento y tomo sus manos entre las mías-- ¡Ahhhh! ¿Voy a ser tía? --ahora es ella quien ríe antes de negar con la cabeza.
—¡Claro que no! No estoy embarazada. --suelto sus manos con un puchero de desepción en mi rostro.
—Y yo ya me imaginaba jugando con mi sobrino/a en el parque después de comprar muchos dulces. --finjo limpiar mis lágrimas-- ¿Podría haber algo más importante que decirme?
—Mejor vete a duchar, así te relajas y esperamos a Matamoros para cenar. --cambia de tema.
—Mmm... --entrecierro mis ojos-- Te Voy a tomar la palabra, necesito relajarme. --me levanto para ir al cuarto-- Hoy más que nunca. --me sigue.
—¿Pasó algo? Estás rara.
—Mejor te cuento mientras me ducho, después de relajarme no quiero tocar el tema.
Pasamos más de veinte minutos en el baño hablando, más bien yo hablando y ella escuchando con atención cada palabra que decía. Así le conté de la "advertencia" de León, ella no parecía sorprendida ante la actitud del que pronto sería mi ex-marido.
—Era evidente que ese... señor no firmaría tan fácil los papeles del divorcio, pero... --hace una mueca-- Si de verdad quisiera quedarse con el bufete lo incuiría en la demanda de divorcio.
—Sí, ya había pensado en eso. --me envuelvo en la toalla.
—Estamos de acuerdo que León no es un hombre que amenaza. --asiento, León es más bien de los que actúa con la cabeza caliente y luego se arrepiente-- Atreverse a amenazarte con quitarte el bufete no es una idea que haya salido de su cabeza, eso me parece demasiado incluso para él. --seco mi cabello.
—¿Entonces de quién? --pregunto y levanta la ceja.
—Piensa quiénes saldrían beneficiados si no firmas esos papeles. --a mi cabeza solo vienen dos nombres: León y... Mi madre.
—¿Mi madre? --se encoge de hombros.
—Yo ya no espero nada bueno de ella Alta, lo siento, pero después de lo que hizo contigo con tal de no perder su estilo de vida la creo capaz de todo. --Eunice tenía razón, aunque todavía intentaba convencerme de lo contrario.
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