Capítulo 28

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Capítulo 28: ojos de demonio

Izuku y el resto pasaron la noche durmiendo en el carro, pero el pecoso fue incapaz de conciliar el sueño debido a la incertidumbre que lo estaba devorando por dentro y a las preguntas que no dejaban de dar vueltas en su mente a medida que pasaban las horas.

¿Había o no había demonios en Water Hose? De haberlos, ¿qué es lo que querían?, ¿qué planeaban hacer? ¿Realmente habrían sido ellos los que mataron a la familia de aquel niño llamado Kota? ¿Por qué lo harían? Y, si hubiesen sido ellos, ¿debería avisar a la gente que vivía allí? Quizá, ¿alertar al regidor?. 

Después de dar mil vueltas a unas preguntas que no tendrían respuesta por arte de magia y de sufrir las ya cotidianas patadas de Denki, salió a tomar un poco de aire fresco.

La luna aún brillaba en el cielo y su resplandor plateado coloreaba los tejados de las casas del pueblo, envueltas en penumbra en su parte más baja.

El silencio además era pesado y el frío calaba en los huesos.

Sin embargo, el peliverde no quiso volver a entrar y prefirió apoyarse en el carro, oteando aquel astro redondo que reinaba sobre el mundo de forma imperturbable, ajeno a los dilemas de sus habitantes, ajeno a los peligros y temores de quienes caminaban bajo su amparo.

Izuku suspiró y de manera inconsciente acarició la magatama de Kacchan. ¿Qué haría él en su lugar?.

Los mataría a todos, por supuesto.

Pero él debía meditar bien qué paso dar a continuación. Su objetivo principal era dar alcance a Kacchan y a Kirishima, pero antes de eso, debía averiguar qué es lo que sucedía en ese pueblo. Debía hablar con Kota y parecía que el Destino estaba de acuerdo con su decisión, pues escuchó un ruido extraño proveniente de la calle aledaña a la plaza, y al dirigir sus esmeraldas hacia allí, fue capaz de distinguir por un instante la figura del niño en cuestión.

Solo fue un segundo, ya que el chiquillo pasó corriendo a toda velocidad, pero incluso en la distancia y a oscuras, los cuernecillos del gorro que llevaba le eran inconfundibles. 

Midoriya entonces se tensó. Kota estaba corriendo... ¿alguien lo estaba persiguiendo? ¿Estaba en peligro? ¿Necesitaba ayuda?. 

Sin pensarlo dos veces, sus pies se movieron solos y corrió hacia la calla por donde había visto pasar al niño. Todas las casuchas tenían las luces apagadas y a excepción del viento y de las suaves pisadas de Kota y de las suyas propias, nada más era audible en la zona.

La silueta del niño era casi imperceptible, pero eso no detuvo a Izuku y siguió al niño sin que se diese cuenta. Parecía que nadie lo perseguía salvo él mismo, y, además, el chiquillo se ocultaba de vez en cuando tras las paredes de las viviendas, oteando la calle y mirando a su alrededor con recelo. Tras un buen rato observando el comportamiento del pequeño pelinegro, el pecoso cambió su punto de vista inicial. Quizá, nadie estaba siguiendo o amenazando a Kota en esos momentos, sino que... ¿el propio niño era el que estaba siguiendo a alguien?

Pero... salvo ellos dos, no había nadie a la vista. ¿Qué se supone que estaba pasando entonces?

Izuku halló la respuesta poco después, cuando el niño se detuvo a un lado de la casa más alta y mejor conservada de Water Hose. A diferencia del resto, hechas de madera y paja, ésta era de piedra blanca y ladrillo, lo que denotaba que sin duda, era un lugar importante donde vivía gente importante. 

Era la casa del regidor.

"¿Para qué habrá venido a estas horas aquí?" – se preguntó Izuku mientras se agazapaba tras la pared de la casa aledaña.

Dragon king (KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora