Capítulo 11

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Capítulo 11: que comience el viaje 

Minutos después, Uraraka apareció con más libros y frascos de hierbas de los que podía cargar. Katsuki la gruñó y se quejó con maldad de que de haber tardado un poco más, ya estaría muerto, siendo inmediatamente amenazado por la bruja con la punta de su báculo y una sonrisa siniestra.

Izuku se apresuró a calmar el ambiente entre ellos y Ochako trató por segunda vez la herida del cenizo, limpiándose el sudor de la frente cuando hubo terminado de ajustar el nuevo vendaje.

Bakugou por su parte se sentía mareado. La medicina que había usado ahora la castaña para contrarrestar el veneno le había dejado completamente narcotizado y cuando el pecoso y la bruja le ayudaron a levantarse para ir a la cabaña seguidos del caballo de Todoroki, cada paso tembloroso que debería dar en realidad a él le parecía un paso sobre nubes de algodón... y es que los poderes de la bruja Ochako no eran otros que la ingravidez. Katsuki flotaba literalmente en el aire, ¡volaba!, y ese hecho maravilló por completo al escriba real, obligándose a preguntarse mentalmente si Kacchan, como el dragón que era, sabría volar. Quizá algún día podría montar a su espalda y ver el mundo desde el cielo...

Cuando el grupo llegó a la casa de la aprendiz de bruja, Katsuki se desplomó sobre el lecho de paja como un peso muerto, cayendo irremediablemente en los brazos de Morfeo al instante. Verdaderamente necesitaba descansar después de todo lo que había vivido en los últimos días...

Midoriya por su parte pidió prestada a la muchacha algo de ropa para poder adecentarse y permaneció junto al dragón tal y como había prometido, a su lado. 

Bakugou durmió profundamente durante días, recibiendo sus medicinas y mejorando a una velocidad vertiginosa que sorprendió enormemente a la bruja. Deku y ella entablaron una buena amistad durante ese tiempo.

Al tener que convivir entre ellos hasta que Katsuki abriese los ojos, se hicieron bastante cercanos, se repartieron las tareas del hogar e incluso echaron a suertes a quién le tocaba alimentar al caballo. Por supuesto, Izuku mantuvo en secreto su verdadera identidad y la de Kacchan, fingiendo haber sido atacados por ladrones mientras cruzaban el bosque.

Porque una mentira piadosa no era lo mismo que mentir, ¿verdad?

Ochako no hizo más preguntas y se abrió completamente al pecoso. Le habló sobre su maestra, la sanadora más famosa del reino de Usagi, sobre sus estudios de medicina y sobre sus poderes. Resulta que si abusaba de ellos, la bruja comenzaba a sentir nauseas y que por eso aún estaba en entrenamiento hasta que fuera capaz de paliar los efectos secundarios.  

Por cada día que pasaba durmiendo, el rostro de Bakugou recobraba su color y la herida comenzaba a cerrarse. Sin embargo, no despertaba, y eso atemorizaba al pecoso que cada noche se sentaba a un lado del lecho tomándole de la mano. Sus dedos se estremecían al tacto de su piel caliente, el bello se le erizaba y su corazón se aceleraba por momentos, como si le estuviese mandando un mensaje esclarecedor que entendía a la perfección.

No quería separarse de Kacchan ni un minuto. Eso era todo. Quería estar ahí cuando se despertase, hacerle sentir seguro y demostrarle que no estaba solo. Que él estaría allí siempre.

Todo aquello parecía demasiado apresurado y una completa locura, pero algo dentro de él le apremiaba a no separarse del ojirubí, a no soltar su mano y a admirar sus facciones en completo silencio a la luz de las velas.

Encarecidamente había pedido a su nueva amiga que durante la noche, las ventanas permanecieran cerradas para que la luz de la luna roja no pudiera alcanzar a Katsuki. Aún no estaba seguro de qué podría pasar si lo hacía y lo último que necesitaban en esos momentos era una nueva explosión. Kacchan debía descansar y recuperarse.

Dragon king (KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora