Capítulo 88: una nueva oportunidad
Kirishima se dispuso a seguir a su rey, pero Bakugou, pese al dolor que sentía por todo el cuerpo, se lo impidió desde lo alto con voz autoritaria.
– ¡TÚ TE QUEDAS! – berró Katsuki.– ¡DEBES VIGILAR QUE LOS HUMANOS NO HAGAN NADA RARO CON SUS MÁQUINAS!
La orden del rey fue clara, y Eijirou obedeció sin más remedio. Después de todo, la isla estaba rodeada de artefactos, radares y sensores, todo para saber qué había en ella y por qué por mucho que lo intentaran, nadie era capaz de acceder pese a tenerla delante.
¿La niebla?, ¿las corrientes de aire?, ¿una zona magnética?, ¿las tormentas...? Los científicos humanos tenían toda clase de teorías y habían dado mil razones para ello... Pero ninguno se había planteado la verdadera causa; que fuera cosa de magia.
Pero una vez más, en una sociedad como la que se había establecido en el Continente, solo un loco creería en la magia, en los cuentos de hadas... o en la existencia de dragones.
Por ello y gracias a su pequeño tamaño, Bakugou pasó desapercibido para los mecanismos de vigilancia, pues solo había morfoseados sus alas, y siguió como un halcón el hilo rojo que lo guiaba, dejando atrás la Isla de Fuego para adentrarse en el Continente nueve siglos después.
Aquella tortuosa persecución se prolongó durante semanas, tiempo que tardó en atravesar el Continente, sobrevolando ciudades y paisajes que nada tenían ya que ver con sus recuerdos del pasado. Desde las alturas, observó cómo el mundo había evolucionado, con edificios que se alzaban tan altos como montañas, pueblos del tamaño de reinos, casas hechas de metal o cristal y luces que brillaban como estrellas en la oscuridad.
Ya no había praderas infinitas ni tantos bosques frondosos. Ahora, donde antes reinaba la naturaleza, imperaba algo llamado asfalto, y las nubes que antes pronosticaban lluvia, ahora se teñían de un feo color negro, gris y marrón, a causa de lo que sus dragones informantes en el exterior le habían explicado que se llamaba polución.
Finalmente, Bakugou aterrizó en una nueva ciudad en lo que antes había sido el reino de Yuei y que ahora se conocía simplemente como Yuei. El antiguo reino se había convertido en un país próspero, gobernado por hombres y mujeres preparados para liderar y no designados por su ascendencia o sangre. Katsuki no comprendía del todo cómo ni por qué los reyes habían dejado paso a los políticos, ya que él se consideraba un buen rey y creía que podía gobernar igual, o incluso mejor, que ellos. Sin embargo, llegó a la conclusión de que esas estupideces eran invenciones humanas y decidió seguir su camino.
El dolor parecía haber menguado desde su partida de la Isla de Fuego, y eso le había enloquecido día y noche, sin saber por qué tenía que volver a pasar por esto otra vez.
A medida que se movía por las calles de aquella extraña ciudad, notó que su aspecto llamaba mucho la atención, pues las miradas indiscretas de los viandantes no dejaban de molestarle. Después de todo, iba con el pecho descubierto y engalanado con collares, y aunque a todos esos extras les devolvía miradas funestas a modo de advertencia, ellos no dejaban de murmurar y de teclear en pequeños rectángulos. Algunos de esos trastos comenzaron a desprender luces a medida que él pasaba, y aunque Katsuki desconocía lo que era el flash de una cámara, estaba seguro de que no era precisamente algo bueno para él. Cuando la situación se volvió insoportable, el ojirubí tomó una decisión y, tras mucho buscar, tomó prestada una camiseta de tirantes negra que colgaba en el tendedero de una casa.
Siguiendo el hilo rojo con una mezcla de asombro y fascinación por todo lo que le rodeaba y que reconocería por encima de su cadáver, Bakugou acabó plantándose frente a un edificio de cinco o seis plantas, con grandes ventanales que reflejaban los rayos del sol y que permitían ver el bullicio y la actividad que ocurría en su interior. Una gran señal en la entrada mostraba la palabra "Hospital" en letras de neón llamativas.
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Dragon king (KATSUDEKU)
Fiksi PenggemarEl reino de Yuei es asediado por aterradores dragones, pero el príncipe Shoto está dispuesto a acabar con todos ellos para así deshacerse de las bestias que atemorizan a su pueblo. Junto al escriba real, el asustadizo Midoriya Izuku, emprende un via...