Capítulo 33

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 Capítulo 33: los Tres Grandes

Ochako ni siquiera tuvo tiempo de hacer contacto visual con el atacante.

Simplemente, una explosión de piedra, ladrillos y polvo azotó su cuerpo sin compasión, haciendo que saliese disparada y que sintiera cómo cada uno de sus huesos era presionado por la fuerza de aquella criatura para, finalmente, ser empujada hacia abajo, quedando semi-enterrada en el suelo entre los cascotes de la casa del regidor.

Justo después, un ensordecedor pitido se asentó en su cabeza cuando aquella sacudida hubo cesado, y para cuando sus ojos consiguieron abrirse de nuevo, todo a su alrededor era un caos.

Toda la primera planta había quedado arrasada y la casa de piedra blanca parecía haber sido víctima de un mordisco, pues aunque parte de la segunda planta aún resistía, todas las habitaciones habían quedado a la vista, sin paredes, y a punto de desplomarse.

Abajo, donde se suponía que debía estar la puerta principal, tan solo se encontraba la figura monstruosa de algo que parecía un hombre pero que al mismo tiempo, no lo era. Su corta cabellera rubia y aquella cabeza humana eran lo único humanamente corriente en él, pues el resto de su anatomía era mucho más grande y musculosa de lo que una persona normal podría tener nunca.

Ochako comprendió así que aquello no era otra cosa que uno de los demonios de los que había hablado Deku-kun. Uno cuyo cuerpo estaba formado por tejidos musculares a plena vista, resistentes y desproporcionados.

Aquel monstruo había destruido con un solo empujón la casa, y la puerta… la puerta era el epicentro del desastre. Desde ahí, todo había quedado irreconocible. Incluso los tablones de madera del suelo habían sido levantados y las paredes frontales habían colapsado completamente.

– Los… niños…

Uraraka intentó focalizar la vista para encontrarlos, pero sus ojos veían borroso; solo pudiendo distinguir una polvareda de color rojo.

Sí, todo su mundo se había vuelto rojo, pues la sangre que se deslizaba desde lo alto de su cabeza había acabado tiñendo su visión. Estaba caliente. Su cuerpo, aplastado bajo un amasijo de escombros, no respondía a sus deseos y su estómago dolía. Dolía a horrores.

Quería salir, quería buscar a los pequeños y a los dragones adultos para asegurarse de que estuvieran bien… pero no se movía. No podía moverse.

Sin embargo, cuando aquella cortina de polvo se fue disipando, la bruja logró distinguir por fin varios bultos a escasos metros de ella.

Atrapada y hundida en el suelo como se encontraba, era incapaz de discernir de quién se trataba, pues la forma extraña que tenían le era del todo desconocida...

– N-Nejire-nee-chan…

La tenue voz de Mahoro consiguió hacerse eco desde el lugar donde las figuras se encontraba, y Ochako sintió un gran alivio.

– Tranquila, tranquila… todo estará bien.

Esta vez, fue la voz de Nejire Hado la que llegó a los oídos de la bruja, y justo entonces entendió que una de aquellas insólitas siluetas pertenecía a la dragona de cabello azul.

Nejire batió las alas y se deshizo de la capa de polvo y piedras que las cubría. Había conseguido resguardar bajo aquel paraguas de escamas a un buen número de niños, tal y como hizo Ryukyu la noche del asedio a Ignis...

Al igual que pasó con su maestra, la piel endurecida de tonos azules recubría esta vez gran parte de los brazos, piernas y cuello de la joven para poder protegerse a sí misma. No era una transformación completa, pero lo suficiente como para proteger a los chiquillos.

Dragon king (KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora