Capítulo 84

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Capítulo 84: sí, mil veces sí.

La vida en aquel molino era muy agradable para Bakugou Katsuki. Solo habían pasado dos semanas desde su llegada, pero ya se había acostumbrado a la tranquilidad del entorno y a los cuatro o cinco campesinos que frecuentaban el lugar cada cierto tiempo; simples extras que venían a por harina o a saludar a la señora Midoriya y tomar un té.

Las tareas tampoco eran muy complicadas: moler el trigo, tamizarlo, almacenarlo en sacos y barrer. Era tan sencillo que hasta un niño podría hacerlo...

– ¡MIERDA!

Katsuki, con su típica determinación y soberbia, cargaba un saco de harina recién molida sobre su espalda. Sus músculos estaban tensos y algo de sudor brillaba en su pecho. Acababa de llegar al almacén lateral del molino y, a medida que avanzaba entre los sacos apilados, sintió que el peso del suyo se volvía cada vez más pesado en un lado. Un crujido resonante se hizo presente entonces, y antes de que pudiera reaccionar, las costuras del costal cedieron. 

– ¡MIERDA!

La harina blanca y fina comenzó a caer en cascada, cubriendo al rubio de pies a cabeza sin ningún tipo de compasión. Además, una polvareda se levantó a su alrededor, y tanto el suelo como el propio Katsuki quedaron recubiertos por aquella capa de arenilla blanquecina.

Una maldición ruidosa escapó así de los labios de Katsuki mientras su rostro se contorsionaba en una tétrica mueca debido a la irritación. No pasó mucho tiempo antes de que los gritos de frustración atrajeran la atención de Izuku, quien se encontraba ocupado en otras tareas en el molino.

Inmediatamente, el pecoso acudió al almacén, y al ver la escena, el rostro de Midoriya se iluminó con una sonrisa cuando vio a Kacchan completamente cubierto de harina, incapaz de contener la risa ante la cómica situación.

– ¡Kacchan, estás... completamente blanco! – exclamó Izuku, luchando por mantener la compostura.

Bakugou, con el ceño fruncido y los ojos llenos de indignación, le lanzó una mirada fulminante.

– ¡No te rías, idiota! ¡Esto no tiene gracia!

– ¿Quién fue el que dijo que podía hacerlo solo? – replicó el peliverde, enjuagándose las lágrimas mientras reía.

Sin embargo, el rubio no pudo resistirse por mucho tiempo al contagioso gozo de Izuku, pues, ciertamente, la situación era del todo patética, y aunque su orgullo hubiese sido mancillado por un puto saco de harina, si a Deku le hacía gracia, podía soportarlo.

Finalmente, su expresión se suavizó, y con un gesto rápido, Katsuki tomó el brazo de Midoriya y lo atrajo hacia él. Sus ojos se encontraron en un instante y el dragón habló con una voz suave, casi inaudible en medio de las risas y el caos.

– Ahora verás.– susurró antes de empujar suavemente a Izuku, quien no pudo resistir la fuerza y terminó enredado en un abrazo caótico en el suelo blanco.– ¡Shine!, ¡Shine!, ¡Shineeee!

Ambos rodaron por el suelo, riendo y peleando de manera amorosa al tiempo que la harina se esparcía más y más a su alrededor como una nube de magia. Sus risas llenaron el aire mientras se divertían y forcejeaban, sin preocuparse por el desorden que estaban creando.

Sin embargo, su momento de alegría fue interrumpido por la figura de Inko en el marco de la puerta del almacén. Con una expresión de regaño en su rostro, les reprendió al ver el desastre que habían provocado.

– ¡Chicos! ¡¿Q-Qué ha pasado aquí?! – cuestionó la mujer.

Al instante, Izuku y Katsuki dejaron de rodar en el suelo, y el pecoso se levantó rápidamente, sacudiéndose la ropa todo lo que pudo ante la seria mirada de su madre. No obstante, su cabello se había teñido del color de la nieve y gran parte de su rostro estaba aún cubierto de harina.

Dragon king (KATSUDEKU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora