El que no sabe de amores...

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En el peso de los años, se lleva cargando las memorias del silencio que no debió ser. Mientras su mano tiembla presa del suspenso y los ojos oscuros le atestan la presión por elegir, está con el sudor bajo su nariz. Si se equivoca de nuevo, todo estará perdido.

Naruto Uzumaki nació bajo las alas de una familia acomodada. Hijo de un gobernador, no tuvo mucha suerte de vivir la vida dura en el ámbito laboral, por eso sus manos fueron suaves y tersas hasta que él mismo se las endureció con golpes, riñas y trabajos "denigrantes" de obreros.

Por otro lado, su corazón ya en edades primarias había probado la amargura, la desesperanza, el dolor de la pérdida y el rencor. Por eso, ahora con sus manos arrugadas y el estómago debilitado, con su fajo apretando sus pantalones y unos lentes para enfocar bien entre tantas nubosidades, su corazón parece ser el único soldado que alienta a la carcacha que carga como cuerpo.

-¿Qué tanto estás esperando? –le cuestiona con tono impaciente, aun si su rostro es tan sereno. Su nombre es Sasuke Uchiha, compañía de diario desde hace ya unos meses, cuando por fin enviuda. Naruto le mira con las cejas alzadas, con triste ternura.

-No sabes cuántas veces me lo pregunté. –le responde con un quejido melancólico mientras inhala el humo de un cigarrillo que le hace carraspear y mira con ese malestar de los años avanzados, buscando de dónde proviene. Observa a un caballero firmar papeles unas mesas allá. –En lugar de perder funciones, parece que las mejoran la edad. –Se queja de su olfato mientras nota apenas gracias a los cristales empañados el humo lejos de ellos dos.

Sasuke niega mirando al cielo y dobla de nuevo su servilleta de tela, presta atención al cabello rebelde del anciano frente a él y lucha con la necesidad de aplacarle los mechones presas del viento primaveral de marzo. Siente escalofríos.

Sasuke Uchiha proviene de una familia de descendencia burguesa, tiene hasta en su mirada un recelo por la gente inferior. Aun si él mismo ya no gozó de tantas dichas y beneficios de su apellido. Migrantes desde el norte, llegó con la altura de menos de un metro, de la mano de su hermano mayor, joven que se alistaría en la milicia apenas tuviese la oportunidad y a quien ya no vio mucho desde entonces.

Él creció entonces en el seno de una madre cariñosa que obligó al padre a entregarle estudio. Luego trabajo. Luego carrera entera. Casa heredada y al final una esposa. No necesitó mucho más que la obediencia y agachar la cabeza cuando el padre se acercara. Sus manos finas, siempre lo fueron, incluso ahora. Debajo del anillo Uchiha de oro blanco con un rubí incrustado, había dedos suaves de uñas recortadas y limpias.

Naruto parece decidirse y Sasuke levanta el rostro de su mano, ciertamente emocionado, porque a las edades de la muerte, nada más le emociona lo que significan finales, como si su cuerpo ya añorara el propio. Observa la pieza alzarse del tablero y moverse lentamente.

Cuando joven, Sasuke era un gran jugador de ajedrez, llevaba en su mente una capacidad visual y espacial para jugarlo aun sin tablero. En sus estadías en la oficina de su padre, una parte de él apreciaba el olor a tinta de las editoriales y otra parte estaba ocupada intentando ganar un juego que había visto entre dos hombres sentados en el parque, camino al trabajo. En ese mismo parque en el que están ahora ellos dos.

Pero ahora, con los ojos cansados también bajo dos cristales limpios y sin rayones, con su armazón especialmente diseñado por sus nietos artistas y con bifocales para acomodar inclusive el aumento ante ciertas necesidades, Sasuke ya solo reaccionaba a los juegos, no hacía estrategia alguna. Hace mucho que aprendió a perder, aprendió a ganar por sorpresa y le encontró el gusto inclusive a que él mismo se sorprendiera de los resultados.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2021 ⏰

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