Una velita

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El relámpago los ilumina apenas unos segundos y la lluvia continúa atacando las ventanas sin cortina, ambos están sentados uno al lado del otro, observando la tormenta afuera de esa casita. El silencio sepulcral parece incomodarlos de alguna manera pero no reconocen una forma de hacerlo más sencillo.

El rubio viaja su mirada hacia su derecha, disimuladamente, lo ve apretujarse contra sí mismo buscando calor en su cuerpo. Lo ve recargar el mentón en sus rodillas mientras entrecierra los ojos, cansado.

Suspira de nuevo y esta vez su nariz hace un sonido que logra convocar otro suspiro del contrario. Lo hace de nuevo y el de cabello oscuro gruñe por lo bajo. Lo hace una última vez y le ha colmado la paciencia.

-¡¿Puedes parar?!

-Lo siento. –Le dice mientras imita sus posición y se acomoda mejor en esas cobijas tiradas en el piso, ninguno de los dos se ha quitado los zapatos siquiera porque hace un frío demoniaco por esa lluvia improvista. Suspira de nuevo.

-¡Naruto!

-Lo siento... lo siento. Es que... no es así como lo imaginaba.

-¡¿No?! Discúlpame, ¿me puedes decir cómo te imaginabas que estaríamos?

-No sé, mejor que esto.

-¡¿Mejor que esto?! No me digas que en serio pensabas que nos iba a ir muy bien tras una eminente huida de nuestras casas de improvisto porque a ninguno de nosotros nos apoyan para estar juntos, ¿en serio, Naruto? ¿En serio creías que íbamos a tener una casa amueblada y llena de lujos, un trabajo estable con nuestros escasos veinte años?

-No.

-¡¿Entonces qué imaginabas?!

-Bueno, no lo sé.

-Te tengo noticias, Naruto, la vida no es una puta película de Disney.

-¡No estoy pidiendo que lo sea! ¿Por qué estás tan enojado?

-No lo sé, tal vez es el hecho de que estamos en una casa sin muebles, tirados en unas cobijas en el suelo, con frío y sin comida. –un rayo los iluminó de nuevo y la luz de la vivienda se apagó por completo, dejándolos en penumbras. -¡Y sin luz!

-¡¿Y es mi culpa?!

-¡No estoy diciendo que lo sea! –le grita orientándose solo con el recuerdo, está todo tan oscuro que aunque ponga su mano frente a él, no puede verla.

-Pero sí actúas como tal.

-¡Tu empezaste con los suspiros!

-¡¿Y eso es una razón?!

-Lo es para mí. –le refuta. –Carajo. –Murmulla mientras se arrastra buscando su mochila.

-¿Qué haces? –se queja asustado, fingiendo seguir molesto mientras lo imagina con la mochila ya colgada en su espalda.

-... Me voy. –le miente sarcástico mientras abre su botella de agua para beber un poco y tranquilizarse.

-¡Pues lárgate! –le grita ofendido sin comprenderle.

-¿Qué?

-¡Que te largues!

-¡¿Ah, sí?! –se enoja, no puede creer semejante rabieta la que está haciendo ahora. –Pues me voy. –le amenaza con más credibilidad mientras se pone de pie y a tientas encuentra el picaporte, abre esperando el abrazo que no llega.

-¡Lárgate ya! –le grita mientras se abraza las piernas y esconde el rostro adolorido. –Prefiero saber que estás en tu casa que aquí conmigo, dattebayo.

-¡¿Qué?! –se detiene y se gira, la lluvia se escucha más fuerte por la puerta semi abierta con la mitad de su cuerpo dentro y la otra afuera. El frío le hace doler las muñecas y tobillos.

-¡¿Qué de qué?!

-¿Qué fue lo que dijiste?

-Que prefiero que estés en tu casa. –le responde sin comprender. –Allá no hace frío, hay comida, hay cama, tienes televisión e internet ¡y hay luz! –se queja mientras se talla los ojos. Sasuke se mantuvo en silencio unos segundos.

-... Tengo una vela.

-¿Qué? –escucha la puerta cerrarse y se le comprime el estómago apenas dos o tres segundos pensando que sí se ha ido, pero suspira porque en seguida escucha otro ruido cerca de él. -¿Sasuke?

-Aquí está. –Saca aquel tubo blanquecino de su maleta. -¡Naruto, vi que tenías fósforos!

-¿Fósforos? Ah, sí. –Gatea hasta su propia mochila, tarda en encontrarla y todavía más tiempo en encontrar el cierre. Hurga un poco y la cajita de cartón frágil se queda entre sus dedos. –Aquí están. –Sacude la caja, no se escuchan mucho. –Oh, oh. –con su dedo toca el interior. –Sólo es uno.

-¿Y? No ocupamos tantos. –Le escucha, está cerca. Lo siente. Toma el pabilo y talla, la chispa resuena y la luz se hace presente, puede ver la vela cerca de él y no tarda en juntar el fuego. Ahora pueden verse.

Naruto mira como Sasuke cuida la luz de la vela, puede ver sus mejillas enrojecidas y sus labios resecos. Tiene frío y no han comido nada en todo el día por fingir ir a distintos lugares para que no los atraparan.

-Todavía quiero que te vayas a casa.

-No jodas.

-No es como lo imaginaba.

-¿De verdad crees que es mejor estar en mi casa?

-Hay calefacción.

-Tú me puedes abrazar. –le refuta cediendo, entendiendo al fin al otro, claro, hacía falta ver esos ojos.

-Hay comida.

-Dame un beso y se me quita. –le sonrió de lado, tranquilo mientras baja la voz.

-¿Y luz?

-¿No tenemos una vela ya? –la agita un poco, levemente, luego se levanta para ponerla en un lugar seguro. Una hermosa luz naranja lo pinta todo mientras lo muestra. Naruto lo observa ponerse de rodillas y colocarla con cuidado.

-¿Por qué tenías una velita en tu maleta?

-No lo sé, la vi y la guardé sin pensarlo mucho... quizá, el destino, no sé. –no le mira todavía, se asoma por la ventana para ver la lluvia.

-Tu no crees en el destino, dattebayo. –le divierte.

-Desde que te conocí, lo hago. –le responde y se gira para enfrentarlo. –Así no lo imaginé.

-¿No?

-No. –se recarga en una pared de enfrente. –Imagine una vida donde trabajaría para mi padre, mi madre me diría más o menos con quien de las hijas de los colegas de papá me casaría y entonces tendría hijos que vería solo los fines de semana para regañarlos o decirles qué estudiar. Y un día envejecería mientras viera la ventana y odiara al mundo entero. –Naruto lo escucha asombrado. –Estúpido, lo arruinaste todo apareciendo en mi vida.

Sonríen ambos, se sonríen uno al otro. Disfrutan esa sensación y la lluvia de repente se torna agradable y romántica.

-¿Hay espacio?

-Claro, dattebayo. Es nuestra cama, después de todo. –se mueve un poco pero al parecer, Sasuke quiere estar mucho más cerca, así que lo recibe en su regazo, para después juntar sus bocas con tranquilidad.

-Yo que tu disfrutaba todo esto porque en poco tiempo vamos a dormir en una cama KingSize dattebayo y vas a extrañar estos lujos de dormir en el suelo con hambre y frío. –Le frota la mejilla y aunque la siente fría, un beso le regala la calidez que necesita.

Ahora todo está bien. 

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