Se trata de sobrevivir II

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Jamás imaginó rechazar algo de manera tan ansiosa, desesperada y dramáticamente posible. Pateando la puerta, azotándola al salir, empujando la cortina de bambú que solo se agitó haciéndolo entorpecer su escape. Le había dicho tantas cosas por el mismo coraje, ofendiéndolo tanto como pudo, le atacó en su inteligencia, en su físico, en su moral y en su trabajo (que por cierto, no le constaba que era un traficante de armas pero quiso tener una excusa para decirle "asesino indirecto" también).

Llegó hasta el patio y fue revisado de nuevo por los guardias, luego con un empujón lo enviaron de nuevo hacia aquel lugar en donde buscó a Sai para descargar más de su enojo con él de alguna manera, atacándolo o algo.

Pero Sai no estaba.

Al regresar tras su breve receso, a su cuartito condicionado, Sai tampoco estaba ahí dentro. Eso era extraño, en sus semanas viviendo pues, prácticamente, juntos, nunca había desaparecido y ya comenzaba a conocerlo, querría saber qué pasó, querría que le contara todo acerca de su visita con el "kyubi". Era un completo entrometido.

Se recostó en su cama, usando sus antebrazos como almohada (mucho más confortable que la que tenía) y miró hacia la cama de Sai, ahí había pegado hojas del diario de su hermano, hojas de movimientos en el banco y un dibujo que encontró entre los documentos. Aun no puede descifrar quién lo hizo, solo son trazos con pluma azul pero forman toda una escena en la playa, con una puesta de sol y palmeras, unos amantes caminando por el mar.

¿Sería su hermano? Siempre fue misterioso pero no lo imagina dibujando enamorado en una hoja de libreta de cuadro pequeño con la esquina superior derecha oxidada.

Su madre es hasta ahora su mayor sospechoso pero era bastante talentosa en detalles y ese dibujo da mucho que desear considerando que Mikoto Uchiha hacia en su tiempo libre retratos de sus hijos y su esposo. Era una artista pero particular, así le gustaba definirse, porque no sacaba sus habilidades fuera de casa. Solo sus hijos y esposo disfrutaban sus trazos, su voz, su toque en los alimentos, su música...

Las luces se apagaron y Sai no llegó.

Se quedó así unas horas más, escuchando golpes y susurros de vez en cuando, algo natural en esa prisión. Mientras intentaba mantenerse despierto un poco esperando verlo por mera curiosidad, se dispuso a continuar odiando a ese tal "Kyubi" que tuvo el descaro de pedirle ser su... ¡Su puta! ¡¿Por qué no elige a su madre?! Pensaba mientras sentía como su cuerpo se calentaba solo del coraje del recuerdo.

Pero de pronto, como una flecha con alguna clase de desinflamatorio, se congeló en su camilla plana e incómoda. Acababa de decirle hasta de lo que se iba a morir al maldito Kyubi, al sujeto que aparentemente manejaba todo dentro de la prisión.

Se sentó cuidando su cabeza para no golpearse con la cama superior. Sudaba frío y una sombra se aproximaba como si hubiera esperado a que su cabeza diera con su error para cobrárselo. Miró hacia todo el cuartucho y no encontró nada con qué defenderse, así que sus manos se hicieron puños instintivamente y se puso de pie. La sombra se transformó en tres y él mordió su labio inferior intentando intuir la manera correcta de proceder.

Pero entonces, la reja se abrió y Sai cayó de bruces contra el suelo, se azotó de nuevo la reja y quedó todo en silencio de nuevo. Aquellos no eran guardias, eran reos como él pero tenían llaves por lo visto. Esperó un poco y se acercó hasta Sai, se puso en cuclillas y agachó la cabeza, lo primero fue el olor, olía a orina, muchísimo. Su mano le dio un leve golpecillo en la cabeza, moviéndole el cabello grasoso.

-¿Estás bien? –pronunció para acompañar el golpe. Sai hizo un intento por levantarse y cayó de nuevo, se cubrió el rostro con sus brazos y Sasuke se puso de pie, eso era una señal de querer un poco de soledad.

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