Naruto y Sasuke III

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No es que les importara mucho.

Naruto comenzó a darse cuenta de muchas cosas de las que no había prestado atención del todo, por ejemplo, que Sasuke fruncía el entrecejo cuando no estaba de acuerdo con un resultado en la pizarra. Le asombraba que nunca dijese si estaba bien o mal el profesor, solo se guardaba sus ideas hasta que el rubio preguntase en el receso o entre clases. Otra cosa que aprendió fue que las manos de Sasuke estaban suavecitas pero tenía moretones de vez en cuando, moretones que el mismo Naruto intentaba borrar acercándolos a su boca o poniendo pegatinas para esconderlas.

Conoció algo nuevo y muy escondido de él mismo, su brusquedad parecía desaparecer cuando estaba con él. Sonrió cuando lo notó, porque sus manos siempre ocasionaban daños, no a propósito pero era sumamente descuidado y efusivo, cosa que tocaba, cosa que rompía, quebraba o aplastaba. Pero tocar a Sasuke era diferente, era como una obra de arte hecha con palillos sin pegar o una escultura de arena en la playa, eso era Sasuke y sus manos se transformaban.

No se sentía deforme entonces.

Porque Naruto estaba en plena pre-pubertad y su cuerpo crecía de manera asimétrica, piernas largas, voz diferente a ratos, mucha energía o poca energía. Se sentía diferente.

Y Sasuke ¿no se supone que él también debería estar pasando por esos cambios? Él seguía igual de... de... "bonito". Bonito era la palabra. Porque guapo es físico, pero bonito significaba que también su alma lo era.

Todos estos pensamientos solo podía confiárselos a su abuelo cuando iban por suerte a visitarlo. Nadie más sabía de esto. Tampoco en la escuela.

Comúnmente, se iban a ese lugar ya tan especial para los dos, escondidos de todos. Platicaban y se reían, Sasuke era un tanto sádico y burlesco, quizá estaba agarrando confianza con el rubio.

Otras veces no hablaban en todo el receso, comían en silencio, Naruto miraba a Sasuke tallarse los ojos para borrar ese deseo por llorar. Con un nudo en el estómago y el corazón convertido en plomo puro, se sentaba detrás de él y lo rodeaba en un abrazo que lograba cubrirlo todo. Sasuke le dijo un día, mientras el sol les daba en la cara, que en las noches que su padre llegaba ebrio y él debía esconderse debajo de su cama, cerraba los ojos e imaginaba que lo abrazaba y entonces, su padre no podía hacerle daño.

-... No me gusta ser tan alto, siempre me mandan atrás ttebayo.

-A mí si me gusta que seas alto. –serio como siempre y honesto solo con él. –Porque cuando me abrazas, me desapareces.

-¡¿Desaparecerte?! ¡Eso no me gusta! –refunfuñó esa vez, cruzándose de brazos.

-Es un decir, idiota. –algo parecía causarle gracia en las reacciones del rubio, algo que lo hacía sonreír con calma, como si esperara eso para que su día estuviera completo.

El receso pasó a ser añorado con ahínco por los dos. Mas que un fin de semana, más que unas vacaciones...

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No es que les importara mucho.

Mikoto, la madre de Sasuke, era igual de bonita que él. Sonreía tras esas gafas oscuras, con su ropa de manga larga, con su voz baja y actitud pasiva. Iba por su hijo algunas veces para ambos ir por las compras, otras veces, Sasuke tomaba su mochila, miraba a Naruto caminar de espaldas para también verle y luego tomar camino en silencio o pensando en muchas cosas.

Lástima que ese día, el último día de clases antes de tomar las ansiadas vacaciones a mitad de curso, Mikoto no pudiera ir por él.

Naruto se había despedido de Sasuke desde el salón porque se adelantaría para jugar en el parque, le había regalado una paleta y le dijo en voz bajita que le marcaría por teléfono mas tarde. Así quedaron y mientras Sasuke aun guardaba sus cosas, lo vio salir corriendo y empujando a Kiba.

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