Experiencia Baby Dolly

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Hice una revisión de esta historia. 

La historia fomenta también la cultura de violación de manera indirecta, por favor, sean críticos al leerla. 


Llegó justo un día después de su cumpleaños tras un timbre y un "firme aquí, por favor" donde por la prisa hizo un garabato que en nada se parecía a su firma. Era una caja enorme y sellada por todos lados, apenas si cupo por la puerta de su departamento empujándola con tanta fuerza y quedando sin aliento.

Justo unos segundos después de tal esfuerzo, su amigo Kiba entró a la casa convenientemente.

-¿Qué hay, ruco?

-Tengo veinticuatro.

-Ya estás viejo. –le dijo sonriendo pero su mirada se fugaba obviamente a la enorme caja que estaba detrás del rubio tirado en el suelo. -¿regalo de tus padres?

-Regalo de mí para mí, dattebayo. –Se levantó enérgico y dio saltitos mientras aplaudía. –Tardé tanto en recibirlo pero al fin está conmigo. –abrazó la caja con euforia. –Oh, sí, mi bella y dulce damita tierna y virginal...

-Espera... ¿qué?

-Cállate, no me juzgues. –no dejó de besar la caja mientras el castaño revisaba la nota.

-Baby dolly... ¡Naruto pervertido! –por fin lo entendía todo. –Enfermo... ¿cómo pudiste ordenar una de esas... cosas?

-¡Silencio! –hizo un puchero. –Tú no sabes lo que es mantenerte inactivo sexualmente porque tu fuckin novia no quiere nada de nada contigo...

-Pues córtala y búscate otra.

-¡No cortaré a Sakura, dattebayo! Tardé años en que dijera que sí... eso es mucho dinero a la basura.

-Ahhh. –se masajeó el cuello. –Y pensar que eres el más sano de todos nosotros.

-Tus palabras me conmueven. –corrió a por un cuchillo y con ansias comenzó a tirar la cinta que protegía la abertura principal.

-Y ¿cómo es esto de las baby dolly?

-Oh, escogí una que se llama... -desbloqueó su celular y leyó tras unas imágenes –Hinata. Es sexy, dattebayo. –le entregó el teléfono y Kiba abrió los ojos desmesuradamente.

-Carajo ¿no es de verdad?

-Nah, ese es el chiste, que parezcan de verdad. Su piel sintética busca asemejarse un buen, hasta es fidedigna en esas zonas dattebayo. –Su cara de perversión no daba para más. -¡¡¡¡Ya quiero tenerla conmigo!!!! –arrancó con más velocidad la cinta y abrió la caja.

Lo primero que encontró, parándose de puntitas, fue un montón de hielo seco y hule espuma protegiendo las esquinas interiores. Una hoja embolsada donde estaba la garantía y el aviso de confidencialidad que le prestaba la empresa que las realizaba.

-¡No jodas! ¡¿Vibra?!

-Sí... -metió medio cuerpo para mover todo aquello que lo separaba de su juguete sexual pero miró a su amigo una vez más. -Largo.

-¡¿Ah?!

-Largo. Es mía, yo tengo derecho a verla primero.

-¿Disculpa?

-Que te largues. –lo empujó hasta la salida. –Si me disculpas, voy a estar ocupado dattebayo... -le entrecerró la puerta. -¿Dónde dejé la vaselina?

-¡¿Qué?! –fue lo último que pudo decir antes de ser golpeado en la cara por la puerta.

Regresó de su habitación con aquel botecito en su mano izquierda.

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