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—¿No pueden hacer nada?

Escuchó un suspiro en la otra línea.

—Me temo que no, señor. Pero en cuanto se solucione lo enviaremos.

Chasqueo la lengua, su ceño fruncido encarando la computadora.

—Más vale que lo preserven en buen estado o ustedes van a arreglarlo ¿Entendió?

—Sí, señor.

Cortó la llamada y casi lanzó su teléfono sobre el teclado, el golpe llenando la oficina. Se reclinó en la silla y se presionó el puente de la nariz, ahuyentando las ganas de llorar aunque dudaba que le quedaran lágrimas para derramar. Una cosa había pedido y eran tan incompetentes para hacerlo.

No, el mundo era un incompetente para cuando necesitaba algo.

Su teléfono fijo sonó, sin ver presionó el altavoz escuchando inmediatamente la voz de una de sus recepcionistas.

—Señor Kim. Lamento molestarlo pero tiene una visita.

—¿Quién?

—¿Jeon Jungkook? respondió dubitativa—. Dice que viene de-

—Puede pasar.

Hubo silencio en la línea, la vena en su cuello se tensó con el nombre dicho y presionó más fuerte en su nariz, no pensando realmente para qué quería verlo ahora. Iba a preguntar si fue escuchado pero la voz de la mujer volvió antes de cortar.

—Sí, señor. En seguida.

Quedó en silencio dos minutos, el almizclado perfume a velas aromáticas arribó desde debajo de la puerta hasta sus fosas nasales y luego un par de golpes se dieron en la madera.

—Adelante.

El perfil de quien estuvo evitando luego de su último encuentro se apareció una vez asomó la cabeza primero y después ingresó, cerrando a su espalda. Jungkook se quedó pegado a la madera con un folder en manos y una chaqueta larga para el frío que increíblemente le hacía justicia a su camisa y pantalón de vestir.

—Por favor, siéntate.

El mismo artista se vio relajado, casi sorprendido, y de inmediato fue hasta la única silla frente a su escritorio, como si hubiera estado cuestionándose si era lo correcto acercarse de más.

—Hola —lo saludo una vez se sentó, el folder protegido bajos sus palmas y sobre las piernas. Lo había dicho en un aliento tan bajo, tan suave, y aun así Taehyung lo percibió extrañamente justo tras las orejas.

—Hola... —observó los párpados cerrarse rápido un par de veces y luego a su garganta tragar. Él mismo se sorprende de la ligereza con que le está hablando; como si nada pasara y tal vez eso era lo que quería—. ¿Qué necesitas?

Jungkook dejó de examinar su cara y soltó el aire por la nariz.

—Lamento molestarte aquí pero necesito que firmes algo —alzó el folder amarillo y se lo puso en el espacio libre del escritorio—. ¿Ya te avisaron?

Si no supiera quién era Taehyung, y si Taehyung no estuviera tan molesto, se habría mantenido a raya y un gruñido no habría salido de entre sus labios a la vez que tomaba el folder para abrirlo. A Jungkook lo recorrió un escalofrío de escucharlo, agradeciendo que ahora estuviera leyendo el documento en vez de a él o se daría cuenta de ese característico destello maravillado que portaba de ahora en adelante cada que lo veía. Y Taehyung podría molestarse otra vez, y quizás pedirle que se fuera.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora