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—Jungkook.

Miró el juvenil rostro, encontrando pequeños retazos del niño que alguna vez fue y nuevas marcas delineando su semblante del próximo adulto a terminar de ser. Tenía la boca abierta, conteniendo el aliento y sin parpadear por la sorpresa. Naejuh simplemente no se lo esperaba.

—Hola —saludo Jungkook, disimulando una mueca en los labios debido al modo en que era observado y se inclinó levemente a su mayor de pie en la entrada de la casa de un nivel con tablones de un amarillo cremoso en su fachada—. Lamento venir sin avisar. ¿Tiene tiempo para hablar de algo?

Naejuh sacudió la cabeza, saliendo de su estupor.

—Lo siento. Sí. Yongsun me comentó algo de eso —algo en su interior se removió debido a la mención, frustrándose al pensar qué otras cosas podría haberle dicho su hermana metiéndose otra vez en sus asuntos sin pedírselo—. Pasa, por favor.

Su tío se hizo a un lado abriendo la puerta para él, Jungkook caminó con cierta inseguridad de que con cada pisada fuera a causar algún destrozo en el bonito piso de madera, con sus botas montañosas. No le había pedido quitárselas, lo que lo relajo un poco, así que lo siguió por un angosto y corto pasillo hasta lo que parecía ser la sala frente a un ventanal enorme donde la luz era tanta para encender alguna lámpara dentro. Podía ver claramente cada esquina, cada reacción del mayor hacia su persona. Le ofreció sentarse y rápidamente lo hizo en medio del sofá más largo, esperando que entendiera que prefería su espacio en ese lugar.

No como que lo odiara o le tuviera rencor, pero el hecho de que simplemente su tío estuviera tanto tiempo sólo mirando cómo su familia se destruía, sin hacer nada, le dejaba muy poco cariño hacia esas personas que llevaban el mismo apellido.

—Han pasado años desde la última vez que te vi.

Tampoco era como que eso le importase, fue decisión suya haberse mudado del país por ese período, después de todo. No lo lamentaba, si debía ser honesto, y jamás lo habría buscado de no ser porque necesitaba respuestas, y porque volvía a estar más cerca de ellos.

—¿Tienes sed? —preguntó Naejuh comenzando a sentir la incomodidad debido a su silencio, mirándolo desde abajo como si tuviera mil y un cosas que echarle en cara. ¿Qué lo detenía? Esa respuesta era más sencilla de lo que creía.

Y Jungkook lo habría hecho, de no ser porque esa no era la principal razón de su visita.

—Estoy bien.

El mayor asintió intentando sonreírle, sentándose en otro de los sofás individuales con las manos juntas y apoyadas sobre las rodillas.

—Entonces ¿Qué fue lo que encontraste?

Jungkook llevaba un pequeño bolso de cuero similar a un maletín, afianzó las manos en la correa que le cruza el pecho por sobre el hoodie rojo que usaba debido al fuerte viento que los había recibido esa mañana, arrastrando el frío de las montañas hacia ellos.

—Estaba revisando el sótano y vi algunas cosas —dijo evitando sacar el papel doblado que llevaba dentro del bolso—. ¿Cómo era la tía Yin?

—Oh- Ah ¿Por qué? —se relamió los labios con nerviosismo. Jungkook vio cómo movía una de sus piernas, denotando su intranquilidad. Naejuh lo miró fijamente—. ¿Es por... eso?

—Sí. Es por eso —le respondió arisco y su tío debió suponer cuánto le molestaba que se refiriera a todo eso de esa manera. Así que carraspeo, regulando sus humores—. ¿Cómo era?

Naejuh se pasó la mano por el cabello, dejándola en el espacio de su nuca que su camiseta no cubría. Jungkook se preguntó si acaso estaría arruinando su bonito domingo de descanso. Aunque esperaba internamente que no apareciesen su esposa y su hija a interrumpir.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora