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Sintió la cabeza pesada de la fatiga.

—¿Tenía familia? —le preguntó a Yunho, apartando los ojos de lo que había redactado de los documentos. Tantas letras le cansaban la visión.

—Un hermano en Taiwán, pero no mantenían contacto.

Taehyung le dio las fotografías que estuvo analizando del lugar de los hechos a la vez que él dejaba sobre la mesita de la sala lo que describían de la autopsia. Quería formar en su cabeza las heridas y hematomas, las contracturas y los órganos dañados con colmillos prominentes pero indescriptibles. Una tarea algo complicada si sólo utilizaba tres fotografías a una distancia lejana.

—¿Tienes fotos de la autopsia?

Yunho negó con la cabeza, de pie al otro lado de la mesita, viéndolos desde arriba.

—Necesito conseguir copias del expediente. Sólo las tienen los de criminalística. ¿Eso no es suficiente?

—Si viera las heridas creo que podría saber si fue un hombre lobo o no —respondió desde el sofá más largo. Yunho parpadeó, de brazos cruzados y mangas remangadas, libre de su saco arrugado que dejó en el sofá individual, tratando de mantener la calma con la que enfrentó a Taehyung cuando entró a la casa.

—No sé si quiero saber cómo.

—Me ha acompañado a cazar a veces —explicó Taehyung, mirándolo con sutileza.

Yunho soltó una risa, denotando todo menos que alegría.

—Esto es tan extraño —murmuro para sí, siendo escuchado por el par. Suspiró negando con la cabeza, olvidando el asunto—. Shin no era un santo de todos modos —dijo en cambio—. Compraba droga y fue arrestado dos veces por transportarla por carretera desde Busan hasta Icheon. Tenían sospechas de que se hubiera unido a la red de Tae Song. Era su vendedor.

La pareja no reconoció el nombre, más que por un reporte actualizado donde lo catalogaban como un traficante de ascendencia china que seguía en su búsqueda.

—¿Podría ser traficante?

—Eso están investigando. Aún no hay algo que lo conecte con su diler. Siguen interrogando a los sospechosos.

Taehyung miro a Jungkook y a su insatisfecha expresión. No era tan sencillo como quería que fuera y eso le disgustaba.

No era como las series de detectives que a veces veía, ni como alguna vez jugo en su niñez a ser un policía en busca de resolver un crimen. Jungkook se sentía ciego en un mar profundo, no sabía que había a sus pies, a su alrededor, a la distancia. Si los pececillos irían a hacerle gentiles cosquillas o le arrancarían uno de los dedos antes de que algún bote salvavidas llegase a rescatarlo. Entonces cuando viera el mar hacia abajo ya no sería negro, el sol se reflejaría en él y podría ver lo que resguarda a pocos metros de distancia.

Identificar lo que sería inofensivo o no.

—¿Has visto algo en el bosque?

Vio a Jungkook parpadear saliendo de su estoicismo ante la pregunta.

—No —dijo a secas—. Creí que estarían vigilando el área. Me aterra ir más allá.

—En dos días quitaran el acordonamiento, lleva a tu perro —dijo recogiendo su abrigo en señal de que debía partir si no quería un llamado de atención del departamento por no enviar los reportes a tiempo—. Podrías decir que se salió y fuiste a buscarlo.

En quejas silenciosas la pareja reunió los papeles y los guardo dentro de la carpeta que conservarían como copias gracias al hombre que los veía en silencio con celos de su cercanía.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora