25

143 23 2
                                    


Las bisagras rechinaron bajo al abrir las puertas. Tal vez una persona responsable decidiría comprar aceite para evitar esos ruidos tan molestos, sin embargo Jungkook se convenció rápidamente de no hacerlo. Un ruido como ese podría despertarlo si lo necesitaba, en caso de abrir el armario. Sí. Era necesario.

Se agachó para encontrar la bolsa recargada en una esquina, en cuanto lo hizo la tomó y tiro de ella para sacarla a la luz. Se sentó sobre los talones con las rodillas en el suelo y deslizó el cierre en un costado, revelando las mullidas almohadas extra que hacía tiempo no veía. Las olfateo con la nariz pegada al forro y un ligero, e incómodo, aroma a humedad le hizo arrugar la nariz. Bien, debía lavarlas cuanto antes si querían regresar al borde de la cama. Eran recién las diez de la mañana de un espléndido martes, el sol estaba en su alto fulgor enviando calor al clima seco y Gureum se encontraba persiguiendo alguna mariposa en el jardín, mientras él saca el resto de almohadas del fondo del armario. Poco antes de llegar al suelo, sus ojos quedaron prendados de una imagen que le trajo un ambiguo sentimiento de nostalgia.

Empujó las almohadas a un lado, inclinándose para tomar aquel solitario paquete de hojas atado en dos listones que, bajo las yemas de sus dedos, se sintieron duros y ásperos. Con cuidado deshizo el moño de los listones para dejar libre el manojo de dibujos pigmentados de amarillo. Tan antiguos como su sentido de la razón. El primer dibujo era una cabaña en Noruega. De pronto los recuerdos de aquel viaje que su abuela organizó para los cuatro regresó. Jungkook sonrió en grande, habían sido las mejores vacaciones que alguna vez tuvo con su familia. En medio de los rayones que recién comenzaban a tener mejor contorno, gracias a eso y a sus memorias, logró dilucidarse a sí mismo en el centro del dibujo, con sus hermanas a cada lado y su abuela abrazándolos por detrás. En ese entonces no tenía un teléfono propio, y había sido tan complicado encontrar al guarda bosques para que les tomara fotografías, juntos. Esas las tenían repartidas entre los tres, porque Yuki había elegido quedarse con el dibujo que él hizo la última noche en la cabaña. Antes de que sus ojos se empañaran, cambió a la siguiente hoja y continuó hasta que los dibujos no le provocaban llorar. Algunos eran sencillos, otros habían requerido horas de detalles y esfuerzo. Parques, árboles, flores, animales, personas, lobos, ferias-

Inmediatamente regresó al anterior, comprobando que no ha visto mal. Sostuvo la hoja con ambas manos, encarando el inicio del bosque, bañado en matices otoñales. Lo recordaba. El césped era cubierto por las hojas secas y extensiones de lycoris más allá de su hogar, los árboles se veían más oscuros en la corteza y algo ahí, en el fondo del atardecer se encontraba el majestuoso perfil de un hombre lobo negro, de ojos dorados y orejas puntiagudas, asomándose entre la maleza.

No era un suceso, era un sueño. El recuerdo de un sueño que hacía muchos años le erizo la piel, haciéndolo despertar con el corazón latiéndole fuerte y añorando volver a verlo. La sensación de abandono que tuvo esa vez, fue suficiente para desear jamás volver a sentirla por ninguna otra razón.

Jungkook había tolerado que el lobo lo abandonara al hacerlo despertar, pero sentía que no podría soportarlo una vez más. Por ello lo dibujó, esperando, ansiando que al plasmarlo en papel, este pudiera permanecer siempre como un recuerdo de que estaría ahí. Oculto entre los árboles, observándolo y esperando por él.

Llevó una mano al pecho para acariciar el borde de la cadena sobre sus clavículas, ningún malestar llegó para hacerlo sentir mal. Jungkook ya no había sido abandonado y ya no tenía que esperar. Nada de estudio o memorizar. Sólo entrenamiento, ingenio y mucha dedicación.

Sintiéndose mejor, y con una suave sonrisa esbozada en los labios, rearmo el paquete de dibujos con los listones. Sólo esos faltaban para entregárselos a su abuela y entonces habría terminado. Al bajar las escaleras tuvo cuidado de no pisar mal al estar cargando todas las almohadas de a montón para no hacer dos viajes, y en la cima de las mismas llevaba el paquete de dibujos. Se tomó su tiempo para preparar la lavadora y acomodar tres almohadas en el interior junto al suavizante. Dejó el paquete en la sala junto a la fotografía con sus hermanas y después salió para revisar que sus amadas lycoris no estuvieran secas por el intenso sol mañanero. Para mejorar su día, estas se encontraban frescas por el rocío y con nuevos brotes que algún día también usaría para ayudar a alguien más que necesitará irse en paz.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora