46

61 14 1
                                    




La caricia de un beso en su sien, y una mejilla frotándose en ella, lo trajeron del mundo de los sueños ausentes de pesadillas. Al abrir los ojos y enfocar su visión se topó con el rostro apacible de Taehyung que lo veía de costado en el otro lado de la cama. Jungkook se encontró a sí mismo sosteniendo la ropa del otro en ligeros agarres.

—Ya duermes mejor —habló por primera vez Taehyung sin dejar de mirarlo como llevaba haciendo los últimos catorce minutos—. Tu corazón está tranquilo y no te has movido para nada.

Jungkook suspiró aliviado y agotado.

—Ya era hora.

Y se inclinó a besarlo, iniciando una sesión de pequeños besos que terminaron con más frotes en sus mejillas como Taehyung acostumbraba. En medio de eso se permitió sonreír porque nunca se imaginó que podría estar en esa situación con esa persona, en especial luego de un evento tan angustiante.

—¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños?

La pregunta le borró la sonrisa lentamente, teniendo que encararlo aun con la cabeza recostada en la almohada. No le costó mucho asimilar que debía haberlo descubierto la noche anterior mientras se despedía de su hermana. Ni siquiera podía enojarse con él si le miraba de ese modo tan sereno.

Tan hechizante.

—Había cosas más importantes.

—¿No te gusta tu cumpleaños? —sus cejas se fruncieron al centro.

—No es eso —se encogió pasando una mano por el costado de Taehyung, descansándola en su cintura—. Mi abuela me despertaba con un desayuno de cumpleaños, después de que murió creo que perdí un poco el entusiasmo porque ya nadie vivía conmigo para eso.

Ah. Claro.

Taehyung recordaba su cumpleaños lleno de sorpresas y regalos de parte de su padre, su hermana y sus abuelos. No empezaba con un desayuno especial, pero si terminaba con una noche en el bosque donde su padre le hablaba de los cuentos de lobos, y donde eventualmente lo llevaba a pequeñas cacerías nocturnas. Esa era su noche especial donde podía dejar a su lobito salir libremente sin preocuparse de que fuera a perder la consciencia porque su padre se encargaría de cuidar que no hiciera demasiadas travesuras.

Era parte del pasado.

—¿Y qué más hacían?

—Me concedía un deseo —dijo con ojos soñadores—. Podía pedir lo que quisiera, excepto embalsamar, me puso una restricción de mayoría de edad para poder pedirle eso... Mi padre detestaba que hiciera eso en mis cumpleaños. Así que en el primer cumpleaños que pasé después de que él murió le pedí que me enseñara a usar el hacha de leña.

—¿Y lo hizo?

Asintió feliz.

—Yo me encargué de cortar la leña desde entonces hasta que nos deshicimos de la chimenea.

—¿Tenías chimenea? —volvió a asentir—. ¿Dónde?

—En la sala. Cubrí la marca con un nuevo tapiz.

Taehyung meditó la información en silencio, pensando que al menos eso explicaba porque aún quedaba un antaño aroma a leña quemada impregnada debajo de las paredes. Para Jungkook sólo eran recuerdos vagos de las noches que pasaron frente a la chimenea en que le agradecía a su abuela por otro buen cumpleaños.

—¿Hay algo que hayas querido desear desde que falleció tu abuela?

—No. Quizá ya lo olvidé.

Pero Taehyung alcanzó a ver cómo su semblante se deslavaba de toda emoción.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora