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—Omma —lo miró apenas subió al auto después de cerrar la cajuela con las bolsas de las compras—. ¿Yo también iré a un psicólogo?

La sonrisa natural de Yongsun se deslavó en cada segundo, escudriñando a su hijo en el asiento del copiloto, resguardado tras el cinturón de seguridad.

—¿Quieres ir a un psicólogo?

Yoongi abultó la boca en una mueca.

—El tío Jungkook empezó a ver a uno cuando le dio comezón.

Su vista viró hacia el regazo de su hijo, a sus manos, subiendo por sus brazos cubiertos por mangas largas que apenas dejaban ver los parches sobre su piel irritada con los últimos rasguños que se provocó accidentalmente en una de sus pesadillas nocturnas.

—Es diferente —dijo sonriéndole sosegada—. Tu tío empezó a tener sesiones cuando dijo que había visto un hombre lobo. Tus abuelos creían que se había vuelto loco y que el sarpullido era parte de eso.

—¿Entonces no lo necesito?

¿Lo hacía?

Lo hacía si no quería que escalara a niveles más preocupantes, como tener que usar ungüentos para desinflamar y prevenir las infecciones de la piel, los constantes llamados de auxilio durante la noche por terrores nocturnos, morderse las uñas incesantemente en un intento de no hacerse más daño al rascarse, soportar las peleas y discusiones que lo pondrían al borde de la ansiedad. Cosas que no pasarían porque ella y su esposo no eran como sus padres, no discutían, y hacían todo lo posible por darle una vida digna a su único hijo que no merecía que su condición empeorase.

—Sí.

Se puso el cinturón de seguridad, arrancó el auto, pero no condujo mucho por las calles antes de que Yoongi hiciera una nueva pregunta.

—¿Puede ser la doctora Näedlitz?

Por un instante se preguntó cómo conocía ese nombre, suponiendo que claramente su hermano debía habérselo mencionado en alguna de sus visitas.

—¿Quieres que ella te consulte? Está un poco lejos, tu padre y yo podríamos tener dificultades para el tiempo de traslado —advirtió por la periferia su gesto caído y rendido como cuando no conseguía el juguete que quería del escaparate. Siempre hacía el mismo truco—. Puedo preguntarle si nos recomienda a alguien.

No tuvo que girar la cabeza para saber que una pequeña sonrisa se estiraba en la boca cerrada de su hijo. Algo que había heredado del lado de su familia, como sus hermanos, su abuela y ella.

—Omma —entonó un gemido a boca cerrada para hacerle saber que lo escuchaba, sin apartar los ojos del camino —. ¿También va a ir a ver a un psicólogo?

—¿Yo?

Yoongi moduló una afirmación.

—Le tiene miedo al señor Taehyung —respondió—. Otra vez guarda esa cosa bajo el asiento.

Presionó los dientes, respirando entre ellos. Miró a Yoongi en silencio en lo que el semáforo los detenía en rojo, este devolviéndole la acción, totalmente inmutado de haber visto el reflejo de luz negra bajo el asiento del piloto.

Forzó una sonrisa para él, no sabiendo si iría a engañarlo detrás del velo gris cubriendo sus ojos.

—Voy a llamar a tu tío y le preguntare por la doctora Näedlitz cuando lleguemos a casa ¿De acuerdo?





Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora