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Taehyung no recordaba cómo se sentía la soledad.

Había estado los últimos años conviviendo consigo mismo y nada más, que echar de menos la presencia de alguien era algo poco común para él. Y si alguna vez había tenido esa sensación después de independizarse, no lo recordaba.

Lo que sí recordaba era cómo era su vida antes de Jungkook. También que ya eran dos semanas y dos días de no verlo; este recuerdo en especial le hacía sentir extraño.

No era como estar enfermo, pues no había molestia en su cuerpo, ni fiebre, ni congestión nasal. Mucho menos dolor de cabeza. Pero se sentía extraño, como si una parte de él hubiera sido olvidada en el departamento cuando salió esa mañana. Algo con lo que siempre cargaba y que era indispensable como su billetera, que no podía ser si la tenía guardada en el bolsillo del saco.

Simplemente ese algo que siempre llevaba ya no estaba ahí. Como si lo hubiera extraviado en algún lado. En el auto, la oficina, su habitación. Lo peor era que recién se percataba de que ese algo existía y no tenía idea de dónde encontrarlo o identificar lo qué era.

Sólo sabía que aquella sensación de ausencia se hacía presente cuando llegaban mensajes a su teléfono y ninguno tenía relación con Jungkook. O cuando llegaba la hora del almuerzo y nadie llamaba a la puerta de su oficina pidiendo permiso para entrar. O cuando imitaba la carne que el artista preparaba para él y se sentaba solo en la mesa a cenar, mientras algo se reproducía en la televisión de la sala.

En esos días, por primera vez, Taehyung sentía que el rey no estaba ahí observándolo y que los ratos que tomaba para leer frente a él lo hacía sin poder preguntarle nada pese a que la pintura se mantenía intacta.

Se sentía como si todo el mundo hubiera desaparecido a su alrededor. Todos eran invisibles para él.

Todos excepto uno.

Una cabellera oscura se agitó con el viento cruzando por la banqueta que alcanzaba a divisar a través de las puertas abiertas del templo. Taehyung casi olvidó dónde estaba, apenas pudiendo reaccionar cuando las personas dejaron de rezar en silencio, como él debía haber hecho también pero que no pudo al tener la mente en otro lugar.

Los presentes aguardaban a que continuara con el sermón que se había ofrecido a decir ese día. Taehyung se relamió los labios, presionando las manos donde se sostenía de la torre de presentador, conteniendo el aliento para que no resonase por el micrófono.

—Hyung —musito, cubriendo el micrófono con una mano, mirando al mayor de pie junto a la tarima—. ¿Podría... ?

No tuvo que terminar la pregunta. Namjoon lo entendió perfectamente tomando su lugar para continuar con el cierre de la ceremonia de ese día. Antes de bajar de la tarima se disculpó tan bajito sólo para que él lo escuchara y salió a toda prisa por un costado del templo esperando no turbar a los demás.

Cuando atravesó el marco de las puertas miró en la dirección que vio irse aquella mata de cabello oscuro, intentando respirar profundo sin poder atrapar el aroma que había llenado su departamento con ayuda de fuego y dos velas aromáticas.

Había poca gente deambulando por la banqueta y dentro de los jardines del templo, ignorantes a su presencia. Taehyung hacia lo mismo, sólo teniendo ojos para una silueta que le da la espalda en la orilla de la banqueta donde se detuvo de andar.

—¿Jungkook? —el nombre escapó sin aviso. Claramente nadie le respondió debido a la lejanía, lo que llevó a sus pies a moverse en esa dirección.

No fue consciente de lo rápido que iba su corazón sino hasta que dicha persona se giró sonriente por la llegada de un vehículo. Una voz de mujer salió de aquel personaje que saludaba a otra mujer detrás del volante. Taehyung se había detenido apenas supo su equivocación, dejando que la extraña se subiera con su acompañante y partieran a algún otro lado sin saber del licántropo trajeado que permanecía de pie en los jardines.

Red Forest / TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora