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Dieciséis días
Parte III

Cuando salió del bosque y llegó al camino, se quedó sorprendido al ver que era de noche. ¿Cuánto tiempo había estado allí con la sombra? Miró el reloj. Las ocho y media.

El bosque era tan oscuro que no se había dado cuenta del tiempo que se había pasado, pero entonces todo le vino de golpe y se sintió cansado, aterido y hambriento.

Tras equivocarse tres veces dando vueltas por aquella residencia laberíntica, Chris dio al fin con su puerta. Con la esperanza de que Shelson estuviera donde quiera que iba cada noche, Chris metió la vieja llave en la cerradura y dio vuelta al pomo.

Las luces se hallaban apagadas, pero la chimenea estaba encendida. Shelson estaba meditando sentado con las piernas cruzadas en el suelo y los ojos cerrados. Cuando Chris entró, abrió un ojo y lo miró irritado.

—Lo siento —susurró Chris dejándose caer en la silla del escritorio cercano a la puerta— haz como si no estuviera.

Durante un rato, Shelson hizo exactamente lo que le pedía. Cerró los ojos abiertos, regresó al estado de meditación y la estancia quedó en silencio. Chris encendió el ordenador que tenía en su escritorio y se quedó mirando la pantalla mientras intentaba redactar mentalmente el mensaje más inocuo posible para sus padres, y otro para callie.

Callie, era la amiga que tuve casi el resto de tiempo en escuela.

Con la máxima lentitud que le fue posible para que las teclas no dieran a Shelson otro motivo para odiarlo, Chris escribio:

Queridos Mamá y Papá:

Os hecho mucho de menos. Solo os quería escribir unas líneas. La vida en España & Cruz va bien.

Se le encogió el corazón mientras se esforzaba por contener los dedos y escribir «Por lo que se, esta semana no ha muerto nadie» no podia asi que solo se contuvo.

Las clases me siguen yendo bien. Puede que me presente para entrar en el equipo de natación.

Tenía que despedirse rápido. De lo contrario, perdería el hilo.

Me pregunto cuándo va a parar de llover... Aunque, bien mirado, es noviembre y esto es Georgia.
Besos.

Chris

Copió el texto para escribir un mesaje a Callie, cambió unas cuantas palabras, desplazó el ratón encima del botón de enviar. Se sentía muy mal, era un hijo falso y un amigo mentiroso.

Entonces le rugió el estómago. Y lo volvió a hacer, esta vez con más fuerza. Shelson carraspeó.

Chris giró en la silla para mirar al chico, que estaba en postura del perro cara abajo. Chris notó que las lágrimas le anégaban los ojos.

—Tengo hambre ¿vale? ¿Porque no rellenas de un maldita vez el formulario de reclamaciones y haces que me trasladen a otra habitación?

Shelson se levantó tranquilamente de su esterilla de yoga, bajó los brazos en posición de plegaria y dijo:

—Iba a decirte que tengo en mi cajón una caja de macarrones orgánicos con queso. ¡Por el amor de Dios, no hacía falta que te pusieras como una magdalena!

Minutos tarde Chris estaba sentado en la cama abrigado con una manta y con un cuenco humeante de pasta con queso en la mano, y un compañero de habitación que de repente había dejado de odiarlo.

—No lloraba porque tuviera hambre.

Sentía una imperiosa ganas de desahogarse y Shelson era el único que estaba allí.

—El caso es que tengo... Bueno, tengo ciertos problemas familiares. Es duro estar tan lejos.

—¡Oh, bua, qué pena! —dijo Shelson mientras masticaba los macarrones— a ver si lo adivino... tus padres siguen felizmente casados.

—Eso no es justo —replicó Chris— no te imaginas por lo qué he pasado.

—¿Acaso tienes idea de lo que he pasado yo? —Shelson miró a Chris con actitud desafiante— no, estoy seguro de que no. Aquí me tienes: un hijo único criado por su madre soltera. ¿Problemas con Papá? Podría ser. ¿Que convivir conmigo es algo terrible porque no soporto compartir? Casi seguro. Pero lo que no puedo soportar es que un niñito lindo y consentido con una familia feliz y un novio de fábula acuda a mí para lamentarse sobre su desdichado historia de amor a distancia.

Chris se quedó sin aliento.

—No se trata de eso para nada.

—Ah, ¿no? Pues, venga cuenta.

—Soy un falso —dijo Chris— Miento...miento a la gente que quiero.

—¿Mientes a tu novio de fábula?

—No —musitó Chris— si ni siquiera hablo con él....

Shelson se tumbó en la cama de Chris y levantó los pies hasta posarlos en la parte baja de su litera.

—¿Y por qué no?

—Es una historia larga y complicada.

—Bueno, cualquier chico con un poco de cabeza sabe que lo único que se puede hacer cuando se rompe con un hombre es....

—No. No hemos roto —interrumpió Chris al mismo tiempo que Shelson decía:

—....cambiar de peinado.

—¿Cambiar de peinado?

—Empezar de nuevo —dijo Shelson— yo me lo corté y teñi de naranja...

¡Qué diablos!

Chris nunca considero eso pero su cabello era totalmente negro y Zabdiel nunca le diria eso, pero...

Al otro lado de la habitación había un tocador con un pequeño espejo oval en un marco de madera.
Un recuerdo vino a él. Se había cortado el pelo después lo de Trevor, pero a fin de cuentas lo había hecho porque gran parte lo tenía chamuscado.

Por otro lado «empezar de nuevo» no le sonaba nada malo.

—Estás considerando la posibilidad ¿verdad? Vamos, ahora me obligarás a sacar el tinte de debajo del lavamanos.

Chris se pasó los dedos por el corto pelo negro. ¿Qué pensaría Zabdiel? De todas formas, si él quería que fuera feliz allí hasta que estuvieran juntos de nuevo, era preciso que el dejara atrás el chico que había sido en Espada & Cruz.

Se volvió a Shelson y dijo:

—Traéme el tinte.












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Holis.





[ El poder de las Sombras ]▪︎ChrisdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora