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Trece días
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arte II


Los alumnos se dispusieron en fila para subir al yate, que, como todas las cosas caras, era despampanante. Bajo el cálido sol del club náutico, las preocupaciones de Chris sobre Richard y los Proscritos parecían ridículas y se sorprendió al ver que se desvanecían.Siguió a Miles al camarote del segundo piso del yate. La estancia tenía las paredes de color marrón oscuro, muy sobrias, con unas banquetas largas de color blanco y negro apostadas en las paredes curvas.

En la barra, Miles abrió una lata de cola, la sirvió en dos vasos de plástico y le entregó uno a Chris.

—Y entonces el demonio le dice al ángel: « ¿Demandarme? ¿Y dónde crees que vas a encontrar un abogado?»  —Le dio un codazo— ¿Lo captas? Se supone que los abogados...

Un chiste. Chris se había distraído y no se había dado cuenta de que Miles le estaba contando un chiste.

Se forzó a reaccionar con una gran risotada, e incluso dio un golpecito en la barra. Miles la miró aliviado, tal vez también con cierto recelo ante aquella reacción tan exagerada.

—Uau —dijo Chris incómodo tras abandonar su risa fingida— ¡Qué bueno!

A la izquierda de ambos, Lilith, la melliza alta y pelirroja a la que Chris había conocido el primer día de clase, se quedó a medio morder el tartar de atún.

—¿Qué asco de chiste es ese? —Miraba directamente a Chris con el ceño fruncido, y sus labios brillantes denotaban disgusto— ¿De veras te parece divertido? ¿Acaso has estado alguna vez en el Infierno? Pues te aseguro que no tiene ninguna gracia. De Miles era de esperar, pero yo creía que tú tenías mejor gusto.

Chris se sorprendió.

—No pensaba que fuera cuestión de gusto —contestó— En cualquier caso,estoy por completo con Miles.

—Chist. —Las manos bien cuidadas de Francesca se posaron de pronto en los hombros de Chris y de Lilith— Sea cual sea la cuestión, recordad: estáis en un barco con setenta y tres alumnos no nefilim.La palabra del día es « discreción» 

Francesca se marchó y Shelson apareció.

—Decirme, ¿hasta qué punto tengo que ser discreto para hacer que setenta y tres alumnos no nefilim metan la cabeza en el váter?

—¡Qué malo eres! —Chris se echó a reír y luego miró con sorpresa la bandeja de aperitivos que Shelson les ofrecía— ¡Pero mira quién está compartiendo! ¡Y tú te jactas de ser hijo único!

Shelson retiró bruscamente la bandeja después de que Chris tomara una aceituna.

—Sí, bueno, pero no te acostumbres. Cuando el motor se puso en marcha, todos los alumnos estallaron en vítores. 

A Chris le gustaban especialmente esos momentos en la Escuela de la Costa,cuando no podía distinguir quién era nefilim y quién no. Fuera había una fila de chicas enfrentándose al frío, riéndose mientras su pelo ondeaba al viento. Unos compañeros de su clase de historia estaban organizando una partida de póquer en un rincón del camarote principal. Chris supuso que encontraría a Rolan en esa mesa, pero curiosamente no lo vio por ningún lado.

Cerca del bar, Jasmine tomaba fotografías de todo, mientras Dawn, agitando al aire un papel y un bolígrafo, le hacía señas a Chris para recordarle que tenían que escribir el discurso. Chris se dispuso a ir hacia ellas cuando por el rabillo del ojo vio a Steven al otro lado de la ventana.Estaba solo, apoyado en la barandilla, envuelto en una larga gabardina negra y tocado con un sombrero fedora que le cubría el pelo entrecano. Todavía le inquietaba pensar que era un demonio, especialmente porque al menos lo que sabía de él le gustaba. Por otra parte, su relación con Francesca confundía a Chris aún más. Formaban una unidad especial. Recordó lo que Richard había dicho la noche anterior acerca de que él y Zabdiel no eran tan distintos. La comparación aún le inquietaba cuando corrió la puerta corredera de cristal tintado para abrirla y salió a cubierta. 

Al acercarse a Steven, Chris tuvo que agarrarse a la barandilla, entrecerrar los ojos por el brillo del sol y protegerse la vista con la mano. Francesca no se veía por ningún lado.

—Hola, Chris. —Steven sonrió y se quitó el sombrero cuando el alcanzó la barandilla. Aunque era noviembre, tenía la piel bronceada—. ¿Cómo va todo?

—Menuda pregunta —respondió Chris

—¿Te has agobiado mucho esta semana? ¿Nuestra demostración con la Anunciadora te impresionó mucho? ¿Sabes?... —Bajó la voz—, eso no lo habíamos enseñado nunca.

—¿Impresionarme? No, me encantó. —Se apresuró a responder Chris— Quiero decir... Fue difícil verlo, pero a la vez también fue fascinante. De hecho,me gustaría hablar de ello con alguien...

Mientras Steven la miraba fijamente, Chris recordó la conversación que había oído de sus dos profesores con Rolan. Sabía que era Steven, y no Francesca, el más dispuesto a incluir las Anunciadoras en el programa de estudios.

—Me gustaría saberlo todo de ellas.

—¿Todo? —Steven ladeó la cabeza de modo que el sol le dio completamente en la piel ya de por sí bronceada— Eso requiere tiempo. Existen trillones de Anunciadoras, una prácticamente por todos y cada uno de los momentos de la historia. Es un campo infinito. La mayoría de nosotros ni siquiera sabemos por dónde empezar.

—¿Y por eso no lo habíais enseñado antes?

—Es una cuestión controvertido —dijo Steven— Hay ángeles que no conceden ningún valor a las Anunciadoras. O que creen que lo malo que con frecuencia proclaman es superior a lo bueno. Consideran que quienes las defendemos, como un servidor, somos un atajo de ratas de la historia,demasiado obsesionados con el pasado como para prestar atención a los pecados del presente.

—Pero eso es como decir que el pasado carece de valor.

Si eso fuera cierto, significaría que todas las vidas anteriores de Chris no habían servido para nada y que su historia con Zabdiel carecía también de importancia. Por lo tanto, lo único que el debía tener en cuenta era lo que sabía de Zabdiel en esta vida.

—Por la cara que pones —dijo Steven— diría que ya tengo a otro partidario.

—Espero que no andes llenando la cabeza de Chris con alguna de esas guarradas demoníacas tuyas —Francesca estaba detrás de ellos con los brazos en jarras y el ceño fruncido. Hasta que se echó a reír, Chris no supo si bromeaba.

—Hablábamos de las sombras... Bueno, quiero decir, de las Anunciadoras —explicó Chris— Steven me decía que cree que hay trillones.

—Steven también cree que a él no le hace falta llamar al fontanero cuando el baño tiene un escape. —Francesca sonrió con calidez, pero en su voz había algo que incomodaba a Chris, como si hubiera hablado con demasiado atrevimiento—. ¿Tienes ganas de ver más escenas como la que vislumbramos en clase el otro día?

—No, no quería decir eso...

—Hay motivos por los que hay cosas que es mejor dejarlas en manos de los expertos. —Francesca miraba a Steven—. Igual que los escapes de agua en un baño... Me temo que las Anunciadoras, por tratarse de ventanas al pasado, son precisamente una de esas cosas.

—Por supuesto, entendemos por qué tú en particular estás tan interesado en ellas —añadió Steven, acaparando toda la atención de Chris. Steven había dado en el blanco: sus vidas anteriores.

—Pero tienes que comprender —prosiguió Francesca— que vislumbrar sombras es tremendamente arriesgado sin el entrenamiento debido. Si te interesa,hay universidades y programas académicos rigurosos de los que me encantará hablarte en el momento oportuno.

Chris se sintió raro y escrutado; ambos mantenían la vista clavada en el. Al inclinarse un poco sobre la barandilla, vio a sus amigos debajo, en la cubierta principal del barco. Miles miraba por unos binoculares e intentaba señalarle algo a Shelson, que, pertrechada tras sus enormes gafas Ray-Ban, no le prestaba la menor atención. En la popa, Dawn y Jasmine estaban sentadas en un saliente con Amy Branshaw, todas ellas inclinadas sobre una carpeta y tomando notas a toda velocidad.

—Debería ir a ayudarlas con el discurso de bienvenida —dijo Chris, apartándose de Francesca y Steven. 

Mientras bajaba por la escalera de caracol sintió la mirada de ambos posada en su espalda. 



[ El poder de las Sombras ]▪︎ChrisdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora