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Once días
P

arte III

Chris pensó de inmediato en Zabdiel y en lo que el quería para su relación, y no le pareció que tuviera un papel decisivo en su futuro, y quería tenerlo. ¿Acaso no era ese el motivo por el que había logrado invocar a las Anunciadoras incluso sin darse cuenta?  Se imaginó una sombra desprendiéndose de la alargada oscuridad que se extendía por los troncos de los árboles en el exterior, una sombra que se separaba y alzaba, ocupando el espacio de la ventana abierta. Y luego, la vio flotando hacia el.

Entonces Chris se la puso en las manos y empezó a tirar de ella cuidadosamente, como si intentara estirar una masa de hojaldre sin romperla, tal como había visto hacer a su madre por lo menos un centenar de veces. La oscuridad se arremolinó hasta adoptar una tonalidad gris apagada; a continuación,apareció una imagen borrosa en blanco y negro.Un dormitorio oscuro con una cama. Chris—esto es, un Chris anterior—estaba tumbado sobre un costado mirando por la ventana abierta. Tendría unos dieciséis años. La puerta que había detrás de la cama se abría y una cara iluminada por la luz del pasillo se asomaba. Era su madre.¡La madre a la que Chris había ido a visitar con Shelson! 

Era más joven,mucho, tal vez cincuenta años atrás, y llevaba las gafas en la punta de la nariz.Sonreía, como si le gustara ver dormida a su hija y cerraba la puerta.Instantes después, unos dedos se agarraban a la parte baja de la ventana. Chris abrió los ojos con sorpresa mientras el Chris del pasado se incorporaba en la cama. Fuera, los dedos se tensaban para mostrar a continuación un par de manos, seguidas de dos brazos iluminados por la luz azul de la luna. Finalmente asomó el rostro brillante de Zabdiel entrando por la ventana. A Chris el corazón le latía con fuerza. Le hubiera gustado poder meterse en la Anunciadora, igual que lo había querido hacer el día anterior con Shelson. Pero entonces Steven chasqueó los dedos y la imagen se desvaneció, igual que una persiana al ser levantada, luego se quebró y se desintegró.La sombra quedó rota en pequeños fragmentos sobre la mesa. 

Chris fue acoger uno, pero se le deshizo en las manos. Steven estaba sentado en su escritorio escrutándola fijamente, como queriendo adivinar qué le había provocado la visión. De pronto a Chris le pareció que lo que acababa de mostrar la Anunciadora era muy privado y no estaba seguro de querer que Steven supiera lo mucho que aquello la había conmocionado. A fin de cuentas, técnicamente él pertenecía al bando contrario.

En los últimos días el había podido ver cada vez más el demonio que albergaba en su interior. No solo su carácter feroz, que iba en aumento hasta literalmente hacerle echar humo, sino también sus alas doradas, imponentes y oscuras. Steven era atractivo y encantador, como Richard, y, tal como Chris se recordó, era un demonio, igual que Richard.

—¿Por qué me ayudas con esto?

—Porque no quiero que te hagas daño —susurró Steven.

—¿Esto ocurrió de verdad?Steven apartó la mirada.

—Es la representación de algo, y quién sabe lo distorsionada que puede estar.Es la sombra de un acontecimiento pasado, no la realidad. Aunque siempre hay algo de cierto en una Anunciadora, nunca es la simple verdad. Por eso son tan problemáticas y resultan tan peligrosas para quienes carecen de la formación adecuada.

Él miró su reloj. En el piso de abajo se oyó una puerta que se abría y se cerraba en el rellano.

 Steven se puso tenso cuando oyó las pisadas de unos tacones en la escalera.Era Francesca. Chris intentó interpretar la expresión de Steven. Él le entregó La República y ella se metió el libro en la mochila. Justo antes de que el rostro bello de Francesca asomara por la puerta, Steven dijo a Chris:

—La próxima vez que Shelson y tú optéis por no terminar vuestros deberes, os pediré que escribáis un trabajo de investigación de cinco páginas con citas. Esta vez os habéis librado, pero quedáis advertidas.

—Comprendo.

Chris se topó con la mirada de Francesca en la puerta.La mujer le sonrió, pero Chris no supo adivinar si se trataba de una sonrisa de despedida, o bien de un modo amable de advertirla de que a ella no se le podía tomar el pelo. 

Chris se puso en pie temblando un poco, se echó la mochila al hombro, se encaminó hacia la puerta y dijo a Steven:

—Gracias.







[ El poder de las Sombras ]▪︎ChrisdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora