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Once días
P

arte II


—Salvarte la vida de nuevo. ¿Cuántas llevamos? —Tiró la ceniza del cigarrillo—. Hoy eran secuaces de la señorita Sofia y la verdad es que no puedo decir que no me lo haya pasado bien. Eran unos monstruos sangrientos. También van a por ti, ya sabes. Se ha corrido la voz de que andas por la zona y que te gusta pasear por el bosque sombrío sin compañía —apuntó.

—¿Y los has matado sin más?

Chris estaba horrorizado. Levantó la vista hacia la terraza para comprobar si Shelson, o alguien, podía verlos.

—En efecto, a un par de ellos, justo ahora, con estas manos. —Richard le mostró las palmas recubiertas de una masa roja y pegajosa que Chris no deseaba ver—.La verdad es que el bosque es bonito, Chris, pero también está repleto de seres que te quieren ver muerto. Así que hazme un favor...

—No. No estoy dispuesto a hacerte ningún favor. Todo lo que tenga que ver contigo me da asco.

—Está bien. —Richard le dirigió una mirada de fastidio—. Entonces hazlo por Grigori, y no te muevas del campus.

Lanzó el cigarrillo al césped, echó atrás los hombros y desplegó las alas.

—No puedo estar siempre vigilándote, Chris. Y Dios sabe que Grigori tampoco.

Las alas de Richard eran altas y estrechas y le sobresalían por detrás de los hombros, brillantes, doradas y salpicadas con franjas negras. Le habría gustado que le repugnasen, pero no era el caso. Igual que las de Steven, las alas de Richard tenían una forma irregular, áspera, y también parecían haber sobrevivido a toda una vida de luchas. Las franjas negras daban una calidad oscura y sensual a las alas de Richard. Había algo atractivo en ellas.Pero no. Chris detestaba todo lo que tuviera que ver con Richard. Y así sería siempre.

Richard sacudió las alas, y alzó los pies del suelo. Su aleteo extraordinariamente ruidoso provocó un remolino de aire que levantó las hojas del suelo.

—Gracias —dijo Chris sin más antes de que él se deslizara por debajo de la terraza y desapareciera entre las sombras del bosque.

¿Acaso Richard era el encargado de su protección? ¿Dónde estaba Zabdiel? ¿La Escuela de la Costa no era segura?

Al paso de Richard, la Anunciadora que había llevado a Chris a bajar la escalera se separó en espiral de su sombra como un pequeño remolino negro. Se fue aproximando cada vez más. Finalmente quedó suspendida en el aire justo por encima de la cabeza de Chris.

—Shelson —susurró— ¡baja!

Shelson volvió la mirada hacia Chris y hacia la Anunciadora que oscilaba en forma de ciclón sobre el.

—¿Cómo has tardado tanto? —preguntó bajando apresuradamente por la escalera justo a tiempo para ver cómo aquella enorme Anunciadora se desplomaba... en brazos de Chris

Chris gritó, pero por suerte Shelson le puso una mano en la boca.

—Gracias —dijo Chris con la voz amortiguada por sus dedos.

[ El poder de las Sombras ]▪︎ChrisdielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora