Capítulo sesenta y seis.

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Amar. Amar tanto a alguien podía consumirte, destruirte para siempre y hacer que tu corazón se partiera en no una, sino en varias partes.

O tal vez, hacerte la persona más feliz de todo el universo, hacerte recobrar la visión y hacerte sentir la persona más maravillosa en todo el mundo.

Lo que era casi trágico, era encontrarse entremedio de estos dos puntos tan diferentes. Encontrarse entre el lugar más hermoso jamás visto, y el dolor más abrumador de toda tu existencia.

Cameron se encontraba unos pasos frente a mi, el sol estaba saliendo y los rayos impactaban con su negra cabellera, mis ojos pesaban cada vez más, pero la emoción de ver la reacción de él al ver a nuestro hijo podía más que cualquier cosa. Extrañaba su aroma, su tacto, e inclusive los tatuajes poco visibles que traía.

Pellizque mi brazo, no quería dormirme, despertar y darme cuenta que todo había sido un crudo sueño. El más maravilloso de todos.

Pero sabía que esta era la realidad.

Tomé su mano, y me sonrió, adentrándose en el estacionamiento de la gigantesca mansión que ahora estaba bajo mi nombre. Y en general, todo lo que él tenia. Tragué saliva y mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar todos los meses de dolor que habían significado su pérdida. Meneé la cabeza, no quería pensar en eso ahora.

No cuando todo estaba tan perfecto, tan maravilloso con él a mi lado otra vez.

Mis cabeza ardía y tenía algunas heridas en mis brazos, Cameron las notó y se mantuvo serio. Frunció el seño y cortó una pequeña parte de su camisa con sus manos, para luego cubrir mi herida con esta misma. El pedazo de tela rápidamente se llenó de sangre, Cameron la
apretó con un poco de fuerza y esta cesó en unos minutos.

Me observé en el espejo de la camioneta, realmente estaba fatal. Mi cabello estaba repleto de tierra, al igual que mi rostro, traía unas ojeras del tamaño de todo Suiza y estaba pálida como la nieve.

Resoplé, me di cuenta que había perdido mi teléfono y probablemente mi madre estaría
volviéndose loca ahora.

—Son las seis de la madrugada—habló Cameron, luego de apagar el motor de la camioneta. Asentí con la cabeza y relamí mis labios.

—Cameron despierta a esta hora a tomarse una leche—susurré, mirándolo.

Cameron sonrió con los ojos cerrados, y mordisqueó sus labios con afán. Sus ojos brillaban con intensidad. Le conocía tanto, y a pesar de estar meses separados sabía perfectamente lo que él estaba pensando.

—¿Crees que...?

—El te amará—susurré—. Te amará incondicionalmente.

Cameron chasqueó la lengua y tomó mi mano, observándome con intensidad.

—¿Estás completamente segura de ello?—peguntó.

Lo miré a los ojos y acaricié su mejilla, cerrando los ojos por unos segundos, besé sus labios suavemente.

—Eres su padre—musité—. Va a amarte tanto y tan profundamente como lo hago yo, y será un amor incondicional, puro, y completo.

Cameron sonrió y besó mi frente.

—No tienes una puta idea de lo mucho que  he extrañado tu rostro—susurró, colocando un mechón de cabello tras mi oreja—, no sabes cuántas veces estuve a punto de venir y abrazarte y besarte hasta morir. No tienes la menor idea de lo que era para mi estar lejos de ti—susurró.

Negué con la cabeza—, claro que sé lo terrible que fue. Cuando me dijeron que habías muerto yo...—comencé a hablar, pero las palabras se atoraban en mi garganta y las lágrimas se rebalsaban por ojos—, yo sentí que dejé de vivir.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora