Capítulo cincuenta y nueve.

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—¿Estará bien?—le pregunté al paramédico  en cuanto subió a la ambulancia. Él me observó.

—Necesita una cirugía urgentemente y una transfusión de sangre—habló el chico rápidamente, antes comenzar a atenderlo junto a los demás. Un escalofrío me recorrió el cuerpo.—Hay que irnos ahora, o podría morir en el transcurso. Está perdiendo demasiada sangre.

—¿Cameron?—le hablé, sin embargo sus ojos estaban cerrados—, ¡Cameron!—grité, aferrándome a él.

—¡Necesita un tubo tobácico!—gritaron, cerrando las puertas de la ambulancia y alejándome de él.

—¿A dónde lo llevan?—pregunté, pero nadie me respondía. Mis pernas temblaban y estaba segura que me desmayaría en cualquier momento.

Steve me tomó del brazo y me ayudó a subir a su camioneta. —Vamos al hospital privado de Zúrich, está a unos cinco minutos de aquí, tranquila—susurró, pero sus palabras no hacían efecto en mi cuerpo.

Estaba aterrada, mis manos sudorosas y el nudo en mi garganta me estaban volviendo loca, necesitaba que alguien me dijera que él estaría bien, que nada malo le pasaría, que estaríamos juntos para siempre y que no correríamos más peligros.

—Debes calmarte, esto no te hace bien—dijo Steve, agarrando el manubrio con fuerza.

—¿Calmarme? ¿Estás jodiéndome?—le grité, golpeando la ventanilla del auto—, ¡Cameron puede morir! ¿No lo entiendes?—sollocé, aferrándome a mis piernas.

—Es un hombre muy fuerte—dijo él, con la voz quebrada. Lo sabía, el tampoco tenía claro si Cameron sobreviviría a esto o no.

—Si algo llega a pasarle yo...

—No pienses en eso, maldición—habló fuerte—, no le hace bien a tu hijo, debes intentar mantener la calma.

—Steve, no puedo.

—Si, sí puedes. Eres muy fuerte, igual que él. Sé que sobrevivirá.

—Si algo llega a pasarle juro que yo...

—Deja de pensar negativamente.

—Es que yo...—comencé a decirle, pero me silenció.

—¡Basta! ¡Nada le sucederá a mi hermano! ¿Me oyes?

Luego de unos minutos más en donde mis piernas no hacían nada más que tiritar llegamos al hospital. Bajaron a Cameron rápidamente y en cuanto lo vi mi corazón se estrujó y mis rodillas cayeron al piso. Caí, caí porque mi corazón no aguantaría si algo malo le llegaba a pasar.

Cubrí mi rostro con mis manos y Steve mi abrazó en el suelo. Cameron no traía ya su ropa, traía un tubo que cruzaba desde se boca hasta donde no tenía idea, sus manos caía por el costado y un chico estaba por encima de él haciendo presión en la herida. La máquina que estaba con él hizo un ruido extraño, que yo ya conocía muy bien.

—Sufrió un paro cardiorespiratorio hace unos minutos—habló uno de los hombres mientras aplastaban con fuerza el pecho de Cameron.

—¡Cirugía de emergencia!—hablaró la chica de la recepción—. Cameron Black, herida de bala en el pecho y piernas, posible perforación en el pulmón.

Corrí hasta hacia el, levantándome rápidamente del suelo y agarrando su mano.

—Señorita, no puede entrar a la sala de operaciones—me dijo una muchacha en cuanto pasé por la puerta—, prometo que le traeré noticias en cuanto las sepa. Pero necesito que aguarde en la sala de espera.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora