Capítulo siete.

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¿En qué momento la gente se había dispersado tanto?

Miré a mi alrededor, Cameron no dejaba de observarme y eso me tenía con los nervios de punta, el chico debía de suponer lo que sus malos tratos causaban en mi persona, muchísima repulsión.

Pero también creía que el debía de tener un buen lado, porque vamos, todo el mundo lo tiene. Hasta el más malo de los malos debe de tener un corazón, y Cameron tenía uno, lo intuía.

—Cameron, de verdad necesito ir a orinar—murmuré por lo bajo, el relajó su expresión y asintió luego de unos segundos.

Maravilloso, yo realmente creía que él me iba a dejar en la pista haciéndome pis.

Busqué con la mirada un cartel que dijera «baños», y finalmente lo encontré. Para mi buena suerte este estaba bastante cerca del lugar donde Cameron y yo estábamos sentados, por lo que no tenía riesgo de perderme.

Caminé lo más rápido que mis gigantescos tacones me permitieran por el salón, hasta llegar al pasillo del baño, más choqué con un hombro bastante grande el cual supe inmediatamente que era de un chico.

—Eh, disculpa, yo...

Levanté la mirada, avergonzada. Y me congelé por completo al hacerlo.

—¿Tú?—dijo, reconociéndome en un instante.  Mirándome otra vez con sus ojos oscuros. Tragué saliva torpemente otra vez y asentí.

—Qué gran coincidencia—le dije, sonriéndole por lo bajo. El chico con el que había chocado hace unas semanas en mi escuela me observó.

—S-se me han caído la cosas—le dije, torpemente. Jodida timidez.

—Ten—murmuro, pasándome un papel que parecía ser de comunicación, el cual estaba al lado de su elegante zapato, un escalofrío me recorrió la espina dorsal cuanto me tocó la
mano— .Procura tener más cuidado. Le asentí.

Sin más se encaminó hacia la puerta, pero sus ojos seguían puestos en mi, me observó una ultima vez por encima de su hombro y se largó.

La verdad es que dejé de creer en las coincidencias hace muchísimo—dijo—, creo que chocar conmigo se te está haciendo una muy mala costumbre.

—Puede ser–reí–, es una gran posibilidad.

—Y te ves muy bella, por cierto—dijo, dándome una mirada para nada disimulada de arriba abajo—, aquel día iba muy deprisa, no he podido preguntarte el nombre, ¿Cómo te llamas?

Me llamo Leah, ¿Cómo te llamas tú?

—Jack, Jack Black.

Genial, yo sabía que su belleza no era normal. Se apedillaba igual que Cameron y estaba segura que eran familia.

—Vale, Jack—le dije, mirándolo por lo bajo. Vestía un elegante traje color negro y una corbata dorada.

—¿Y qué edad tienes?—dijo, tomando de su copa.

Copa, líquido, baño. Yo realmente debía de ir al baño.

—Tengo dieciocho, ¿Cuantos años tienes tú?

El sonrió, una margarita adornaba su rostro.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora