Capítulo ochenta.

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—¿Leah, estás bien?—susurré, tomándola por el brazo. Ella me observó, con la mirada perdida.

—Cameron—susurró, bajando la mirada hasta su pecho.

Una mancha gigantesca de sangre se encontraba ahí, crecía más y más cada segundo que pasaba. Palidecí y todo comenzó a verse borroso.

Julie lanzó un grito ahogado y sacó un arma de su pantalón, al igual que Josh. El hombre que se encontraba junto a nosotros se agachó con las manos en alto.

—Está bien—habló otra vez ella, mi respiración estaba agitada a más no poder. La miré, su cuerpo comenzó a caer de a poco encima de mis brazos.

—¡¿Qué demonios está pasando?!— grité, Julie se aferraba a una de las ventanas del lugar, viendo como de ella escapaba una camioneta blindada.

Sabía qué era esto, Leonardo Evans quería hacerme lo mismo que yo le había hecho a él. Pero no, no podría. A Leah no iba a sucederle nada.

—Es una de las camionetas que encontramos meses atrás, la patente es de Leonardo Evans y...

Dejé de escucharla, no podía oír absolutamente nada de lo que los demás me decían, tranquilo Cameron, tranquilo. Todo va a estar bien.

La sangre de Leah estaba en mis manos, su cuerpo estaba por encima de mis piernas y mis brazos la arropaban. Julie marcó el número de su cuadrante policiaco y sabía que llegarían aquí en unos diez minutos.

Pero la sangre que corría por el lugar me demostraban que las cosas comenzaban a complicarse. Mi pecho se apretó.

—Mi amor—susurré, contra ella, la herida en su pecho crecía mas y más, pero ella no cerraba sus ojos.

El vestido blanco ahora era rojo metálico, la sangre se esparcía por él, y la oficina donde estábamos uniendo nuestras vidas ahora estaba teñida por completo de sangre. No lo entendía.

—Espera un poco, Julie llamará una ambulancia y nos iremos de aquí, aguarda—susurré, tomando su mano y recostándola sobre mi cuerpo, ella negó con la cabeza y de sus ojos comenzaron a salir pequeñas lágrimas—, sólo espera un poco, no cierres tus ojos. Todo estará bien.

De sus ojos pequéñas lárgimas comenzaron a salir conforme pasaban los segundos, me miraba, no quitaba su mirada de la mía mientra la sagre se esparcía

—Te amo—susurró, pero no comprendía.

—¿Cómo puedo frenar la hemorragia? ¿Cómo puedo hacer que deje de doler? —pregunté desesperado, ella estaba pálida, y sus labios cada vez se veían más morados. Julie me observó desde un rincón. Josh hacía guardia a las afueras ahora, y los disparos podían escucharse.

—Esque no duele—susurró, sonriendo mirándome directo a los ojos.

Negué con la cabeza, las lágrimas cayeron por mi rostro. Ella se estaba yendo en mis manos.

—No...—susurré—, tú no...

Leah asintió con un pequeño movimiento de su cabeza, y sonrió por unos segundos.

—Está bien—dijo, sonriendo.

—No, Leah, no...

—Está bien—volvió a decir, acariciando mi mano.

—Por favor—dije, desesperado y con las lágrimas ya cayendo por mi rostro.

—Está bien—repitió, sonriendo. De su boca comenzó a emerger sangre, sus ojos ya no eran iguales y sabía que no estaba listo para lo que venía ahora—, estoy contigo—susurró, acariciando mi mejilla—, estoy con mi primer amor, con la persona que siempre amaré—susurró, perdiendo el aliento—, con la persona que... siempre amé.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora