Capítulo treinta y seis.

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El me miró desconcertado, abrió la boca y negó con la cabeza.

—No es cierto—susurró, aunque sonó como si hablara más para sí mismo—, no puedes amarme. No estás hablando enserio.

Lo observé como si estuviera loco, ¿Acaso no acababa de escuchar lo que había dicho? Tragué salivaba y lo tomé de las manos, él tenía el ceño fruncido y una expresión que nunca antes había visto, pero reconocía muy bien. Esperanza.

Había visto en él la esperanza, quizás de volverse una mejor persona y salir de la mierda en la que estaba tan hundido. O quizás la esperanza de saber que alguien lo podía querer así, tal y como él era.

—Te amo, Cameron.

Volvió a negar con la cabeza, esta vez repetidamente. Él simplemente no estaba escuchando lo que yo decía, estaba negado.

—No puedes amarme, nadie puede.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, ahí estaba la respuesta que buscaba. Lo vi en sus ojos y en la forma inusual que estos me miraban, nunca nadie le había dicho tal cosa, nunca le habían dicho que le amaban, él creía que nadie podría quererlo porque nunca nadie lo había hecho antes.

¿Qué puede hacer una persona veintiséis años sin ser amado? Transformarse en Cameron, en el peor de los casos.

Le toqué el rostro con la palma de mi mano, el cerró los ojos y por primera vez sentí su confianza. Por primera vez en todos estos meses sólo éramos él y yo, estaba viendo a un Cameron sin miedos ni paredes, sin trastornos ni violencias. Sólo éramos él y yo.

—Yo sí puedo amarte—le dije, en un susurro apenas audible, mi garganta estaba seca y las palabras se atoraban en ella.

—No estás enamorada de mi, sólo estás confundida, o estás muy jodida con el dinero y necesitas quedarte más, o tal vez...

—¿Es tan difícil aceptar que una persona te ame, Cameron?—le volvía susurrar, interrumpiéndolo, él abrió sus ojos grises y negó con la cabeza, sin moverse ni un milímetro. Mis manos estaban en sus mejillas y sus ojos estaban puestos en los míos.

—Nadie lo había hecho nunca.

—Entonces debo ir con cuidado—le dije, dándole una leve sonrisa. Él estaba serio, como siempre. Pero sabía que no mentía, o eso esperaba.

—No puedo creerlo—susurró.

—He visto en ti algo que probablemente nadie más ha hecho jamás. He puesto atención, Cameron, he visto el lado no tan malo que tienes—le dije, acariciándolo con la yema de mis dedos—. Veo tu preocupación hacia mi, veo tu manía de querer siempre mantenerme a salvo, de evitar que la gente me haga daño, he visto tu humanidad. Y realmente espero no ser la única que vea ese lado que tienes.

Levantó sus cejas como si no pudiera creer todo lo que yo acababa de decir y se alejó de mi.

—No sabía que aún me quedaba humanidad—susurró, secando sus manos con sangre en el saco y encendiendo un cigarro.

—Claro que la tienes—murmuré con un semblante serio—, ¿Por qué crees que estaría aquí sino?

—Hay muchas cosas sobre mi que no te gustarían si las supieses— dijo, exhalando el humo y haciéndome toser por un segundo.

—No puede ser peor a todo lo que he visto—le contraataqué—, ¿Por qué te niegas al amor, Cameron?

—Si el diablo pudiera amar, dejaría de ser malvado. ¿No lo crees preciosa?—dijo, comenzando a acerarse

—Tu... has visto lo que ha sucedido con Robert abajo—le dije, y el apretó sus puños a mi lado,—, tú no eres tan malvado, y definitivamente no eres el villano de mi historia—susurré lo último, mirándolo a los ojos y ojalá, haciendo que entrara en razón.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora