Capítulo veintidós.

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"—¿Vas a quedarte?"

Eran tres palabras que me dejaban en un completo abismo, no quería decirle que no podía, que no debía, pero lo hice. De cualquier manera, me consideraba tremendamente valiente por hacerlo. Cameron tenía problemas, demasiados como para que una jovencilla se hiciera cargo de ellos, demasiados demonios como para que una adolescente los controlara. Demasiado tormento para mi, era una injusticia tremenda hacia mi salud mental quedarme con él.

Porque Cameron era... era como contraer una enfermedad, no era algo que decidías, ni algo que podías elegir, él sólo llegaba, te enfermaba y se apoderaba de ti, haciéndote sentir débil y mal.

¿Qué podría hacer yo por él que las demás personas no hayan intentado ya? Absolutamente nada, además estaba el problema de mi media hermana, de la cual ni siquiera yo tenía idea de su existencia. Al parecer, ella iba a formar algo bastante importante con Cameron, algo que venía desde antes de mi aparición. Algo real. 

Todo esto era una mentira, una a la cual me aferré demasiado.

Porque no iba a negarlo más, estaba bastante segura que estaba enamorada de Cameron. Era tan obvio como la frialdad de su corazón.

Lo sabía, lo sabía cuando mi corazón latía desenfrenadamente cuando sus ojos grises me miraban, cuando sus manos se posaban sobre mi cintura y cuando su boca se unía a la mía, lo sabía por el zoológico que se formaba en mi estómago cuando él aparecía, cuando me penetraba con su mirada. Lo amaba tanto que estuve toda la noche pensando en quedarme.

Porque luego de su petición, corrí hasta la que era mi habitación lo más rápido que pude, cerré la puerta con llave y agradecí enormemente que Cameron no me siguiera. 

Porque de haberlo hecho, habría tomado una decisión equivocada, una decisión que me llevaría a la ruina.

—¿Está lista, señorita Leah?—murmuró Josh, el chofer de Cameron. 

Observé la mansión, joder, era tan difícil.

Cerré mis ojos por un segundo y todo parecía ir más rápido de lo que me gustaría, miles de lágrimas comenzaron a caer por mi rostro, estaba comenzando a desesperarme y una enorme opresión en el pecho me impedía respirar, me impedía subirme a ese automóvil y largarme para siempre.

¿Era Cameron, o era el saber que mi madre y yo quedaríamos en la calle otra vez?

No lo sabía.

¿Era la horrible sensación de saber que nunca lo vería a ver otra vez, o que posiblemente lo viera al lado de otra persona?

Tampoco lo sabía.

Pero no podía quedarme a averiguarlo, porque Cameron era una persona narcisista, cruel, y para nada sentimental, y ni ahora, ni mañana, ni en un millón de años él sentiría una parte de lo que yo siento por él. Era mi botón de  autodestrucción, y yo no sería quien presionaría ese botón.

Suspiré y  sequé mis lágrimas, no sabía qué demonios haría, quizás compraría alguna propiedad, o arrendaría algún departamento para mi madre y yo. O quizás termine contactando al hijo de puta que me trajo al mundo. Ninguna de esas alternativas parecía tener sentido, pero el quedarme al lado de Cameron sería incluso más terrible.

Además, extrñaba demasiado a mi madre, había muchas cosas que le tenía que explicar, cosas que debía arreglar.  Debía ir a la escuela, debía de visitar a Colton y explicarle todo, debía de seguir con mi vida normalmente, como si nada hubiese pasado. Porque eso era lo que Cameron haría.

En ese momento, la puerta de la casa se abrió y todos mis sentidos fueron hacia ella.

Caí en una horrible decepción cuando me di cuenta que se trataba de Viana, esta traía un sobre entre sus manos, y con el rostro repleto de lágrimas, me habló.

CRUELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora