Había salido llorando de casa, jamás en toda mi vida me había separado de mi madre, y odiaba que esta fuera la primera vez, le rogué a Dios porque fuera la última. La tristeza de sus ojos parecía comerle el alma, me había partido el corazón verla de esa manera.
Siempre habíamos sido ella y yo, y dejarla sola fue aterrador, un millón de pensamientos se habían pasado por mi cabeza y sinceramente no sabía cuál era el peor de ellos. No quería dejarla sola, pero debía de sacarla de la pocilga donde estaba, lamentablemente no podía obtener las dos cosas. Debí dejarla.
Acaricié la medalla de mi cuello, era todo un reliquia para ella, jamás me había querido contar desde dónde provenía, pero sabía que era lo suficientemente importante como para que lo llevase consigo toda la vida. Cuando me fui de casa, se lo sacó del cuello y me lo entregó, la pena que sentía en ese momento no la había sentido jamás, mis ojos estaba rojos, estaba segura de ello porque no había podido para de llorar, lágrima tras lágrima caían de mi rostro.
Otra lágrima cayó por mi mejilla e intenté mentalizarme para ser fuerte, porque debía serlo. Al menos por ella, se lo debía. Pero joder, cómo costaba.
—Señorita, disculpe. Pero hemos llegado.
El hombre de barba blanca que se había encargado de traerme a la casa de Cameron me habló, mirándome a través del retrovisor. Suspiré y me di cuenta de que la peor de mis pesadillas se estaba volviendo realidad. No podía bajarme del auto, realmente las piernas no me funcionaban.
—Señorita, Don Cameron la está esperando—me habló otra vez.
—Tengo un nombre, dime Leah, por favor— le pedí, suplicante.
—No creo que al Señor Cameron le cause gracia que la tutee.
Le miré y le sonreí, parecía bastante agradable. Se veía de más o menos unos cincuenta años, era delgado y tenía mucha barba. Traía un traje negro ridículamente exagerado y apretado. Dios, ¿Acaso podrá respirar dentro de eso?
—No me interesa, quiero que me llames Leah. ¿Tú como te llamas? — le dije, a la vez que él me abría la puerta del coche. Intenté distraerme con la conversación, mis piernas parecían querer flaquear.
—Josh, señorita Leah. Para servirle.
Le sonreí amablemente y tragué saliva, intenté concentrarme, habíamos llegado, había bajado del auto ya, y aunque Cameron no parecía encontrarse cerca, tenía miedo, muchísimo miedo. Josh observó mi rostro afligido y habló.
—Debería entrar a la casa— dijo, parándose al lado mío— ,Don Cameron ya nos habló a todos sobre usted a todos los que trabajamos aquí. Tranquila, la reconocerán, sólo entre. ¡Mucha suerte! Debo irme, pero cuente conmigo para cualquier cosa.
Un nudo gigante parecía estar atascado en mi garganta, hasta la saliva parecía no querer pasar, parecía un agujero cerrado. Estaba asustada, temerosa, y el hombre de lo que supuse buen corazón ya se había marchado, y ahora estaba sola, otra vez. Con una maldita mansión por al frente de mis narices, tiritando a causa del dueño, y con una tonta maleta en mi mano.
Esto era demasiado para mí. Este definitivamente no era el lugar donde había estado horas atrás.¿Acaso esto era una broma?
Jamás en toda mi vida, ni siquiera en las telenovelas que solíamos ver cuando teníamos televisión ,había visto algo como esto, jamás. Quise darme algo más como una cachetada mental al pensar que podría encajar en un lugar como este, mi boca se había secado de la impresión y creo que mis ojos ya no podrían abrirse más.
La casa tenía cerca de tres pisos, era gigantesca y jamás en toda mi vida había visto algo como eso, mi escuela era mucho más pequeña para esta casa que era ridículamente gigantesca, ¡Dios! Toda la ciudad podría estar viviendo allí sin problema alguno; millones de luces y escaleras adornaban la entrada de la casa, hasta pareciera que había una piscina en el techo. Ya no podía seguir viendo más. Parecía un castillo, tenía una maldita laguna privada en el jardín, y junto a ella miles de árboles, flores, y mucha naturaleza.

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CRUEL
AksiCuando hablamos de la crueldad de las personas, hay algo que se nos escapa. ¿Qué fue de aquellos que la crueldad fue lo único que se les entregó? ¿Qué fue de aquellos que no conocieron el amor? El infierno está sin su rey. Cameron esta aquí. ©Prohib...