Capítulo 5

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24 de diciembre 2015, Barcelona

Narra Sandra:

Llevaba varios días aquí en mi tierra, Barcelona. Para sorpresa mía había podido descansar mucho más de lo que pensaba y como consecuencia, había conseguido desconectar de todo, me dediqué mucho tiempo a mí, avancé muchísimo con la novela porque gracias a escribir me evadía de mis pensamientos.

Estaba en mi piso arreglándome para ir a cenar con mi familia a casa de mis padres. Había comprado varios regalos para todos y tenía que ir pronto a casa para dejarlos antes de que llegaran mis hermanos con mis sobrinos.

Me monté en el coche y emprendí rumbo a casa de mis padres, con todas las bolsas de regalo en el maletero, al llegar llamé a mi padre para que bajara a ayudarme. Aparqué y estaba organizando todo mientras que esperaba a que bajara.

-Padre: Hola cariño. –Me giré y nos abrazamos. -¿Cómo estás?

-Sandra: Muy bien, ¿tú qué tal? ¿Y mamá cómo está? –Comenzamos a coger las bolsas.

-Padre: Bien, todo bien, como siempre. Estás guapísima hija. –Me miraba.

-Sandra: Gracias papá, tu también. –Sonreímos.

Una vez con las bolsas en las manos, cerré el maletero y el coche y subimos a casa. Entramos y escondimos los regalos en la habitación donde yo dormía cuando era pequeña, seguía igual que cuando me fui de casa y me hizo mucha ilusión entrar de nuevo ya que se me venían a la mente los miles de recuerdos que pasé ahí. Fui a buscar a mi madre que estaba terminando de maquillarse. La vi en el baño, me acerqué y me apoyé en el marco de la puerta.

-Sandra: Ese maquillaje te favorece mucho. –Sonreí.

-Madre: Sandra mi amor. –Se dio la vuelta y me abrazó con todas sus fuerzas. -¿Qué tal estás? Hay que ver, cada día que vienes estás más delgada. –Me dijo medio regañándome mientras yo me reía.

-Sandra: Yo estoy bien, papá me ha dicho que seguís igual que siempre y me alegro mucho que así sea porque eso significa que estáis bien. –Tenía una sonrisa de oreja a oreja.

-Madre: Sí, por aquí como siempre, ¿has visto ya a tus sobrinos? Están cada día más grandes, el mayor de Yolanda es ya como yo de alto, imagínate. –Decía con ese orgullo de abuela.

-Sandra: Todavía no ha llegado nadie, me he querido adelantar para no estropear la sorpresa a los pequeños y esconder los regalos. –Explicaba.

-Madre: Bueno, ¿por qué no vas a ayudar a tu padre a poner la mesa en lo que yo termino? Así vamos quitando cosas que hacer y cuando lleguen que esté todo listo.

-Sandra: Voy. –Le di un beso. –Ah, y ahora entiendo porque dicen que nos parecemos tanto. –Dije riendo mientras me iba hacía la cocina.

-Madre: Oye Sandra, ¿por qué lo dices? –Salió del baño curiosa.

-Sandra: Porque tenemos las mismas manías. –Seguía riéndome.

Entre mi padre y yo terminamos de poner la mesa, sacamos los platos los aperitivos, el vino, una botella de agua y algunas latas de refresco para los más pequeños, solo faltaba el marisco que lo estaba cociendo mi padre

*Suena el timbre*

-Padre: Sandra hija, abre tu en lo que yo termino de cocer esto y lo saco. –Dijo desde la cocina.

-Sandra: Voy. –Me levanté y fui a abrir.

Nada más abrir se abalanzó sobre mí el hijo pequeño de mi hermana Yolanda.

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